Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Mentiras miserables

22/08/2024

Quienes alentaron de forma miserable la mentira, pasando por encima del dolor de la familia, han comprobado como sus teorías conspiranoicas se han vuelto en su contra. La familia de Mateo, el niño de once años asesinado en Mocejón (Toledo), sigue siendo un actor secundario en el debate político que se ha desatado a consecuencia del crimen: su dolor queda en el ámbito privado mientras a su alrededor se desata la lucha interesada de carácter público en la que aquellos que alentaron la caza de brujas lejos de reconocer su error, al relacionarlo con la situación de menores emigrantes no acompañados, tratan de mantener la falacia. La utilización torticera de las redes sociales para propalar esa estigmatización son motivo de una preocupación que requiere de una puesta al día de la legislación, por una parte, y de otra de un debate social que impida la divulgación de bulos de manera tan impune.

No será fácil poner puertas al campo mientras haya quién ha encontrado en ese medio rápido, barato e impune la fórmula más eficaz para colocar sus mensajes de odio y que cale entre aquella parte de la ciudadanía dispuesta a aceptar de forma acrítica todo lo que proceda de las redes sociales y de sus influencers de cabecera, que, además, ahora se han revestido de la categoría de representantes políticos por la fuerza de los votos, lo que aumenta su responsabilidad a la hora de atizar un conflicto social al relacionar emigración y delincuencia.

Por supuesto, no se trata de minimizar una situación que puede darse en determinadas circunstancias, pero si hay que fijarla en sus justos términos y sobre todo debe establecerse un diálogo político entre los principales partidos para aislar los intereses de los partidos de ultraderecha y evitar el contagio, aunque se considere un terreno que utilizado demagógicamente puede dar réditos políticos a corto plazo. Tan a corto plazo que puede desatar un conflicto que incendie las calles como ha ocurrido recientemente en Gran Bretaña donde se prendió la mecha por una mentira racista.  El silencio del partido conservador en el crimen de Mocejón, al lado de algunas declaraciones recientes de sus líderes, relacionado todo con un asunto que debiera ser de estado como la política migratoria y la regularización de los migrantes que se encuentran ya entre nosotros -siempre habrá un efecto llamada- no contribuyen a atajar un conflicto que interesa a la ultraderecha atizar con mensajes de odio.  

 El desvelamiento de la mentira que supuso atribuir a un menor no acompañado de origen magrebí el asesinato del niño de Mocejón debe tener el efecto contrario al que buscaban los sembradores de cizaña, que se les vuelva en contra y que este ejemplo tan palmario de maldad sirva para que mucha gente quede advertida del peligro que supone dar pábulo a todo lo que se dice en las redes sociales sin que medie ningún tipo de confirmación. Qué diferencia con la actitud del portavoz de la familia del pequeño Mateo que, pese a su dolor, pidió que no se señalase a nadie "por su raza o color de piel", y se convirtió en una víctima más.

En efecto, deben aclararse todos los aspectos relacionados con el autor confeso del crimen, su estado mental y sus motivaciones para asesinar a un niño y que responda, en su caso, penalmente por sus actos, o como determine la autoridad judicial.