El futuro de Pedro Sánchez está en manos de dos dirigentes independentistas catalanes. Uno, Carles Puigdemont, tira hacia el centro-derecha de Junts, pero prioriza su objetivo separatista. Financiado por España, eso sí. El otro, Oriol Junqueras, acaba de ser reelegido líder de ERC, históricamente el partido de la izquierda independentista. A Puigdemont le tienen sin cuidado los presupuestos, que, sin embargo, es lo que más importa a Sánchez para dar continuidad a su mandato. Junqueras está dispuesto a apoyarlos, pero con más autogobierno para Cataluña.
PSOE y Junts han mantenido estos días una nueva reunión en Suiza para cumplir el acuerdo de celebrar esas citas mensualmente con un mediador internacional. Por parte de Sánchez ha estado siempre en las negociaciones Santos Cerdán, y en varias de ellas José Luis Rodríguez Zapatero, habitual allí donde se negocian acuerdos que la mayoría de los españoles consideran inmorales. Por principios, y porque se saltan todas las reglas propias de las democracias. Un Zapatero, no olvidan quienes ven un peligro que sea el asesor más querido de Pedro Sánchez, que se ha convertido en el principal aliado de Maduro dentro y fuera de Venezuela.
Junqueras es más comedido que Puigdemont en su actitud e incluso en sus pretensiones, pero no renuncia a la independencia. Puigdemont, en cambio, coloca en primer lugar la aplicación política de la amnistía; al margen de los jueces, fórmula que solo se acepta en circunstancias especiales, después de una guerra, o para aplicar a los perseguidos en una dictadura. Se niega Junts a negociar los presupuestos si previamente no se llegan a acuerdos sobre la amnistía, el traspaso a Cataluña de las competencias de inmigración y el cupo.
Los Presupuestos por tanto están en globo, porque Puigdemont se niega a abordarlos mientras no se cumpla el calendario que, según él ha pactado con el PSOE. Pero nunca se sabe. Hasta ahora, hay que reconocer que Sánchez ha salido de las situaciones más difíciles, ha encontrado la manera de achantar a sus socios de legislatura e investidura, incluso cuando parecía imposible. Por otra parte, en su audacia verbal, advirtió hace semanas que si se le ponían las cosas difíciles para aprobar los Presupuestos, se puede seguir gobernando al margen del legislativo. Y es capaz de hacerlo si se ve acorralado. Sin duda.
No solo eso, sino que sabe también cómo manejar a sus socios para que, en el último minuto, acepten lo que les parecía inaceptable. Sin embargo, dicen quienes están en contacto con Puigdemont, en esta ocasión el expresidente catalán quiere demostrar que Sánchez come de su mano, porque no es cierto que pueda gobernar sin contar con la mayoría de votos en el Congreso de los Diputados.
Habrá que verlo. Pero hay que asumir algo más: los independentistas, y el PNV, o incluso Sumar, que apunta conatos de rebeldía, no quieren plantar cara a Pedro Sánchez y desalojarlo de Moncloa. Nunca nadie, de ningún partido, incluso otro presidente del PSOE, sería tan complaciente con ellos. Tan absolutamente generoso.