Las elecciones vascas del próximo domingo tienen la virtud de no molestar. De pasar casi inadvertidas en el resto de España. Según todas las encuestas, seguirá gobernando el PNV como hasta ahora, con el apoyo del PSE, mientras que EH-Bildu, aun ganando, no parece tener ninguna prisa en gobernar. Le va muy bien seguir como está. Por lo tanto, la emoción y las expectativas se reducen a pequeños detalles, como el descalabro anunciado de Sumar y la posibilidad de que tampoco Podemos y Vox tuvieran representación en el nuevo parlamento de Euskadi.
Si en estos momentos, ya avanzada la campaña electoral, preguntáramos en la plaza Zocodover de Toledo, en la de Santo Domingo de Guadalajara, o en cualquier lugar concurrido de Cuenca, Ciudad Real o Albacete, los nombres de los candidatos de las formaciones que concurren a las elecciones vascas la victoria del «no sabe, no contesta» sería abrumadora. Yo, en Madrid, he hecho la pruebo con amigos – alguno de ellos periodista – y con personas de mi entorno. La respuesta más común es la siguiente: «en su casa los conocerán».
Este desconocimiento puede ser fruto del desinterés, pero también de la recuperación de la normalidad en ese territorio español, después de la declaración del alto el fuego de ETA en octubre de 2011. Al contrario de lo que ocurre en Cataluña, el País Vasco (al menos por el momento) ya no es un problema urgente.
Quedan, eso sí, los restos del naufragio, el dolor de las víctimas de ETA y la obstinada negativa de EH-Bildu al arrepentimiento. Mientras Arnaldo Otegi y sus correligionarios sigan homenajeando a los asesinos de ETA y justificando la violencia del pasado, existirá la duda de si la aparente normalidad que se vive ahora tendrá continuidad en caso de que no se consigan los objetivos abertzales.
La única batalla que plantea en el País Vasco y en Cataluña el Partido Socialista es la de aprovechar los futuros pactos en esas dos comunidades como elemento vertebrador del gobierno de Pedro Sánchez. La estabilidad apenas se cuestiona en la primera de ellas, aunque EH-Bildu ganara al PNV en número de diputados, pero lo de Cataluña es imprevisible. Puigdemont y Aragonès continúan dando pruebas inequívocas de que la amnistía es agua pasada y pronto estará amortizada.
Ahora se abre una nueva pantalla en la que los dos candidatos independentistas han colocado en letras gigantescas de sus carteles electorales la palabra referéndum, de forma pactada o unilateral. Con declaración de independencia a corto o medio plazo, sí o sí.
Lo que ocurra el próximo domingo en el País Vasco no deja de ser puro trámite, por mucho que se empeñen algunos en darle mayor trascendencia. El PNV seguirá cuatro años más en Ajuria Enea – desde 1980, con el paréntesis de Patxi López -, haciendo caja y exprimiendo todo lo que pueda al Gobierno central. Y, mientras tanto, EH-Bildu tomando nuevas posiciones, especialmente en Navarra, para fusionarla en el futuro a su proyecto de Euskal Herria. Una vez movido el árbol, toca recoger las nueces.
P.D. Por si alguien tuviera algún interés en conocer quiénes son los candidatos de las siete principales formaciones que concurren a las elecciones vascas, aquí les dejo sus nombres. Los cuatro primeros pueden alcanzar cierta notoriedad en el futuro, pero los tres restantes – todas ellas, mujeres -, lo van a tener casi imposible: Pello Otxandiano (EH-Bildu), Imanol Pradales (PNV), Eneko Andueza (PSE), Javier de Andrés (PP), Miren Gorrotxategi (Podemos), Alba García (Sumar) y Amaia Martínez (Vox).