Ciento veinte ciudadanos de Toledo se comprometieron con un proceso de transición de la dictadura a la democracia mediante un proyecto plural, amplio, un mucho romántico y profundamente ilustrado. Creían que la Cultura facilitaría el acceso a la democracia, a la libertad. Ciento veinte ciudadanos, según documentó Isidro Sánchez en su obra FOCUSA, aportaron diez mil pesetas de la época, valor nominal de la acción, para que el proyecto fuera viable. En el mismo año en el que moría Franco se constituyó ante un notario de los Navalmorales – no por casualidad - una Sociedad mercantil anónima llamada Fomento Cultural. Su objetivo: promover la Cultura y la participación del mayor número de personas posibles, sin limitaciones de ningún género. Los fines eran apertura y explotación de locales para la venta y promoción de libros, revistas, papelería, sonido y actividades varias para dinamizar la vida cultural y artística de la ciudad. Así se comenzaba en Toledo la transición de la dictadura a la democracia. Se quería un tiempo nuevo de libertad y participación política que diera lugar a una democracia de corte europeo. El proyecto más emblemático sería la apertura de una librería llamada, intencionadamente, Fuenteovejuna, que se instalaría en la calle de Santa Fe, frente a la parte trasera del Gobierno Civil. La ubicación tampoco fue casual, aunque eso no iba a impedir varias pintadas con alusiones fascistas y un atentado en 1977 con explosivos sin grandes destrozos.
Toledo era la ciudad donde cada 29 de septiembre se celebraba – aún se mantiene - la procesión de la Virgen del Alcázar, expresión de fervor fascista. Toledo era la ciudad de Blas Piñar que formaba a sus huestes en las afueras de Toledo. Toledo era un lugar tan pequeño que la policía conocía y sabía los movimientos de cada ciudadano. En Toledo, como en casi todos los lugares de España, que fuera posible el final de una dictadura tan prolongada y fuera sustituida por una democracia no se sentía tan claro como ahora lo perciben los críticos de lo que se hizo en aquellos años. Lo probable era que el régimen se resistiera a desaparecer con todas sus artimañas. Por lo que, los pasos a dar, debían de ser cautelosos. Nadie quería que la oportunidad se frustrara. El régimen controlaba los resortes del poder y existía mucho interés en que ese poder no pasara a otras manos. Nadie pensaba en una nueva dictadura, salvo algunos generales añorantes de otros tiempos, pero sí que el sistema se prolongara de manera indefinida. Adquirir libros, que hasta entonces no llegaban a Toledo, era una forma de revolución confiada en un futuro ilustrado. Tampoco ninguno de los cientos veinte habitantes de Toledo, comprometidos con el proyecto, tenía interés alguno en que sus trayectorias profesionales y vitales se alteraran.
A la librería Fuenteovejuna, pasado el tiempo, alguien la calificó como la librería de los 'progres'. Y era cierto. Gentes que creían que la Cultura crearía ciudadanos más comprometidos. Quienes por allí se acercaban y consumían libros eran los socios y gentes de profesiones liberales, funcionarios, sindicalistas trabajadores de Estándar Eléctrica y profesores varios. Es decir, gente acomodada que buscaban una transición civilizada hacia una democracia pacífica y ordenada. El recuerdo de la guerra, los horrores de la represión y el sufrimiento del exilio eran tan vivos que nadie quería equivocarse en los pasos a dar. Que estos inicios ilustrados se orientaban a un cambio de régimen se concretaría en las elecciones municipales. La primera Corporación democrática supuso el éxito de esa apuesta. Una gran parte de los elegidos concejales eran miembros de FOCUSA, sociedad para el desarrollo de la cultura y clientes habituales de Fuenteovejuna. La transición no iba a ser un asunto exclusivo de elites políticas, sino de ciudadanos diversos que anhelaban una democracia homologable en Europa.