Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa

Belén Monge Ranz
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El turismo aún respeta el bucólico paraje que alberga este monumento natural, un capricho de la naturaleza, situado en el corazón del Alto Tajo, en constante transformación ante el devenir del agua

Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier Pozo

En el corazón del Alto Tajo, en el término de Checa, a menos de dos kilómetros del municipio dirección Sur, se encuentra un singular monumento geológico conocido como Aguaspeña, donde nace el río Genitoris y en cuya roca se creo, en su momento, una cueva que fue utilizada en el siglo VIII como eremitorio. Un capricho de la naturaleza, una roca viva por la que se filtra y discurre el agua, precipitándose en forma de cascada casi de forma constante. Precisamente, es posible que el nombre por el que se la conoce le venga de ahí. 

Un lugar para visitar en cualquier época del año, donde apenas varías el caudal de agua  con independencia de la estación.  

Acercarse hasta Aguaspeña supone un paseo recomendable en el que disfrutar de un bonito paraje  y observar in situ el proceso de formación tobácea de la roca en este mágico lugar, asiento de hombres desde tiempos inmemoriales. 

Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de ChecaAguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier PozoSe dice que está viva precisamente porque registra una lenta y constante evolución y transformación, afrontando caprichosas formas que despiertan la curiosidad del visitante. 

Por ella discurren numerosos e incesantes chorros de agua que esculpen curiosas oquedades y grutas mientras se precipitan y filtran por la roca. A menudo, difícilmente perceptibles por el musgo y la vegetación que las cubre.  

Este monumento natural se alimenta todo el año del caudal que marca los surcos de esta roca caliza desde el propio nacedero del río Genitoris, arrastrando en su camino carbonato cálcico que al salir a superficie se deposita y forma estructuras de toba y cascadas, provocando, en ocasiones, algunos derrumbes que conducen el agua por nuevos caminos. 

Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de ChecaAguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier PozoEsta edificación, situada también a escasos metros del castro de Castilgriegos, a orillas del camino que lleva hacia Sierra Molina, constituye, sin duda, uno de los mejores rincones del Alto Tajo donde observar una roca en constante transformación.  Un sitio de obligada visitar. 

A medida que uno se acerca a este lugar, se percibe ese tranquilizador y sedante sonido del líquido elemento cayendo entre la piedra.  

Una vez delante del monumento natural, siguiendo el curso de la pasarela de madera que se construyó en el 2005, se divisa esa pequeña cueva de unos 25 metros de profundidad que, pese al intenso frío de esta zona, en su día tuvo sus inquilinos. Un diminuto espacio donde también se pueden descubrir pequeñas estalactitas y estalagmitas, con varias estancias semiexcavadas, a las que se puede acceder sin dificultad.

Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de ChecaAguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier PozoEl paso del tiempo queda perfectamente marcado en este paraje. En su momento,  cuando se colocó la pasarela,  apenas se tocaba el agua estirando el brazo. Sin embargo, ahora, la piedra se adentra ya en la propia barandilla. Por ella se llega a una estrecha senda que te dirige directamente hasta la parte alta de la cascada y el nacimiento del río Genitores, desde donde se descubren unas bellísimas vistas y quedan aún algunos restos de la antigua ermita de San Sebastián.

La reserva natural subterránea de Aguaspeña ocupa una superficie de 15,9 kilómetros cuadrados dentro del parque y está también dentro de la  Red Natura 2000.

Tras este bello recorrido a pie por la naturaleza, llega el momento de visitar Checa. Una curiosa localidad que, pese a pertenecer a la provincia alcarreña, se encuentra mucho más cerca Zaragoza e incluso de Valencia que de la capital de la provincia. 

Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de ChecaAguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier PozoEn Checa se pueden ver todos los momentos geológicos que ha vivido el municipio en 430 millones de años, nos comentaba su alcalde, Jesús Alba. 

Para algunos de sus vecinos, dado el elevado número de puentes que tiene y la gran cantidad de agua que atraviesa el casco en determinadas épocas del año, bien podría denominarse la pequeña Venecia. Visitar este enclave único y todo su bucólico entorno supone asomarse de lleno a la naturaleza. Sus numerosos senderos y caminos son también un aliciente para los senderistas. Y no se puede dejar de visitar la Necrópolis del Puente de la Sierra y el yacimiento arqueológico.

Además, antes de marchar hay que hacer parada en el Museo de la Trashumancia, que se ubica en el edificio de las  antiguas escuelas. Hoy, un interesante centro de interpretación donde conocer cómo era la vida tradicional de los ganaderos y de la trashumancia.

Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de ChecaAguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier PozoTambién es aconsejable perderse por sus plazas, presididas por notables edificios y casonas formando un llamativo conjunto arquitectónico y ver su iglesia, un templo cristiano que está orientado totalmente al revés. Y no se puede abandonar este territorio sin degustar la tradicional comida de los pastores trashumantes: Los Galianos, un plato hecho con patata, cebollas, pimiento y panceta. 

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Aguaspeña, una roca viva a dos kilómetros de Checa - Foto: Javier Pozo

Checa tiene unos 286 habitantes. Es un municipio que tiene vida y así lo pone de manifiesto el hecho de que sea uno de los pueblos de España que cuenta con más empresas por habitante (una por cada trece habitantes).  ¡No te la pierdas!