El Barça mantiene su condición de favorito agarrado a un hilo fino, casi invisible, que le permitió corregir la resaca de Champions contra el reloj: en el minuto 64, después de una tarde de inspiración de Borja Iglesias ('hat-trick'), perdía por 1-3 y LaLiga se ponía a distancia de clásico. Pero este año el equipo gana esos partidos que el pasado (y muchos otros años) perdía. Hay esa mezcla de inercia, ilusión, hambre y suerte que todo campeón necesita para sacar adelante encuentros destinados a la derrota. En el 68 ya había igualado el marcador, y esperó hasta el 98 para que un penalti de VAR sobre Dani Olmo dejase los tres puntos en Montjuïc. Le siguen saliendo las cuentas, pero las sensaciones son difusas por segunda vez en el curso.
Jadeando
Pocas cosas ha habido más fieras en la historia del fútbol que el Real Madrid tocando a rebato en el Bernabéu con un marcador adverso. Al cuadro blanco le salen las cosas bien por acumulación de llegadas y oportunidades, pero este año ha perdido el 'toque' respecto a cursos anteriores. Necesita hacerlo todo de forma deslavazada y ha chocado frontalmente contra equipos de 'su Liga' con más fútbol. Al final, cuando nada parece funcionar, solo un zapatazo impío como el de Valverde es capaz de sacar adelante otro partido encanallado. Puede que el Barça tampoco vaya sobrado, pero tiene cuatro puntos (a los que suma el 0-4 de la primera vuelta en el Bernabéu) para respirar. Lo del Madrid es una persecución torpe, jadeando, pero válida.
Adiós
El Atlético constató en Las Palmas su dimisión (1-0). En lugar de ver la debilidad de Barça y Madrid, se ha dedicado a hacer visible la suya. Ese equipo sostenido por Oblak y Julián se desmorona si el argentino no caza algún balón suelto que pueda disimular las miserias del bloque: una idea basada en el coraje o la fe necesita fútbol detrás para cuajar. El discurso entusiasta del 'Cholo', que calificó de «gran temporada» esta 24/25, tiene ya difícil venta incluso entre sus más fieles.