El pasado viernes, 12 de julio, concluyó el curso, emplazado en la sede de UNED Guadalajara, 'Economías del arte 2: Imaginarios de la revolución'. Una formación, coordinada por Yayo Aznar Almazán –Catedrática Uned–, cuyo objetivo ha sido analizar el imaginario de las revoluciones, partiendo de la disyuntiva entre las obras asimiladas –a pesar de mostrar la realidad de su época– por la economía de consumo y la necesidad de generar expresiones artísticas críticas con la sociedad.
Imaginarios para una revolución: de la representación de la clase obrera al discurso de las vanguardias
La jornada inaugural, que tuvo lugar el miércoles 10 de julio, arrancó con la ponencia titulada 'En tiempos de huelgas', a cargo de María Ángeles Baños Gil –Doctora en Hª del Arte y Profesora Tutora en el CA de Guadalajara–. La conferencia partió con la proyección del filme 'La salida de los obreros de la fábrica', de Harun Farocki, (1995). Se trata de una película realizada a través de material descontextualizado que el director monta, a modo de yuxtaposición, para revelar los contenidos del tema subyacente. Las secuencias de Farocki "nos muestran los ciclos de la vida material de esos trabajadores" y "da voz a esos testigos mudos de la sociedad".
La cinta, atravesada por el testimonio de Farocki en voz over, inicia con el popular cortometraje de los hermanos Lumière, que contempla la salida de un grupo de trabajadores y trabajadoras de una fábrica. Durante el trayecto narrativo, el realizador analiza diferentes escenas de la historia del cine –combinando ficción y documental–, conectadas por la representación de la clase obrera.
La segunda ponencia, 'Sobre la rebelión de los medios: máquinas sin control y montajes dialécticos', fue conducida por Víctor del Río García –Profesor Titular. Uned–.
Víctor del Río García arrancó su intervención dando importancia al siglo XX, como "elemento gravitacional", a la hora de pensar en las revoluciones. Destacó que existe "un poso de melancolía en nuestro concepto sobre la idea de revolución". Según el profesor, el tinte ideológico a la hora de abordar estas cuestiones "oscila entre el entusiasmo amnésico o una dimensión reaccionaria".
La revolución "tiende a repetirse ya que genera una insatisfacción inmediata". En esencia, a la hora de establecer una nueva legitimidad, se trata de un acontecimiento "recursivo e inconcluso". Nuestro concepto de revolución "rara vez hace una retrospección más allá del fenómeno de la Revolución Industrial".
El siglo XX se concibe como "un intento permanente de reiniciar la historia en un mundo mejor, que trata de revocar las legitimidades caducas".
Imaginarios, revoluciones y puntos de partida
La segunda jornada, en el turno de mañana, emprendió con 'La revolución en marcha: cuando el futuro éramos nosotros', y estuvo dirigida por Yayo Aznar Almazán –Catedrática. UNED–.
Aznar Almazán comenzó su intervención haciendo referencia a Hannah Arendt, ya que, según la filósofa alemana, "la revolución nos enfrenta al problema del comienzo".
La revolución se constituye como "una masa que avanza o, incluso, una persona sola". La catedrática exploró diversas imágenes insertas en movimientos revolucionarios.
Relacionado con las huelgas del siglo XX, Almazán apuntó que "la violencia real y la representada, era mucho menos cruda por parte de las clases populares, que la ejercida por el estado". El imaginario revolucionario plantea una "marcha hacia delante a la que jamás se llega" y es necesario reflexionar sobre si estas obras, concebidas desde una sublimación nostálgica, son referencias para la búsqueda de horizontes futuros de justicia social.
La segunda conferencia del día fue impartida por Gabriel Cabello Padial –Profesor Titular de Historia del Arte. Universidad de Granada–, con el título 'Cuerpo político y cuerpo colectivo. Figuraciones de un imaginario de la Revolución'.
Cabello Padial comenzó su intervención con el texto de Fabre d'Églantine, en el que proponía el cambio del calendario durante la Revolución francesa, del que se extrae que "las imágenes son la fuente de la superstición".
Durante la Revolución francesa, la museificación se entiende como una forma de extraer esas imágenes de la superstición para ordenarlas de manera conveniente –con tintes políticos–. También, aparecen nuevos rituales que soportan el imaginario revolucionario, es el caso de la exposición del cuerpo de Marat tras su asesinato, o el cuadro realizado por Jacques-Louis David. Ritos que, por otra parte, no pueden escapar de la mitificación anclada en la iconografía cotidiana.
Con la llegada de la Revolución rusa, surge la necesidad de crear un nuevo imaginario que representara al proletariado. La expresión del movimiento, en la abstracción, es una forma de "representar una multitud". El artista se concibe "como un obrero más".
La tarde tuvo como punto de partida la exposición de Patricia Mayayo Bost –Profesora. Universidad Autónoma de Madrid–, con 'Imágenes para las revoluciones feministas'.
La intervención comenzó con el análisis de la identidad estética de los primeros movimientos feministas. El morado, verde y blanco –libertad y dignidad; esperanza; honradez–, como colores representativos, y toda una serie de herramientas ancladas en crear mercadotecnia –la comercialización del prendedor de Emmelin Pankhurst (c. 1909)– orientada a la "captación de fondos". Buscaban una conexión con los medios de "naturaleza reproducible", para llegar a "públicos amplios". Las imágenes tenían gran "capacidad de resignificación", además, "se prestaban a ser fácilmente reconocibles e identificables con la lucha feminista".
Mayayo Bost profundizó en algunas representaciones despectivas y caricaturescas sobre la lucha feminista en el siglo XIX. Un imaginario que después artistas de las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI harían suyo, reinterpretándolo para generar una nueva significación.
La conclusión, del segundo día de intervenciones, tuvo lugar en voz de Luis Navarro Monedero –Filósofo, escritor, ensayista y activista– con su exposición 'Virus, máscaras, voces. Formas invisibles del cambio de siglo'.
El filósofo, destacó que "Mayo de 1968, consigue reconciliar los movimientos revolucionarios del mundo del arte con los cambios sociales". La imagen del artista "se diluye en lo colectivo". Los situacionistas "dieron carta de estilo al movimiento". Una de las herramientas estilísticas de estos creadores era el "détournement", que lanzaba una resignificación sobre elementos existentes en la cultura popular. Este recurso estilístico conlleva "una pérdida de respeto al signo y a la tradición".
El ponente hizo referencia a "cierta debilitación de la obra de arte en lo concerniente a su impacto político". Se corre el riesgo de asumir "el signo convertido en objeto de consumo". En los tiempos actuales, elementos como los memes, tienen esa capacidad de "desvío", que "desde lo molecular" se acaba extendiendo por amplias capas de la sociedad.
La revolución cultural como vehículo del cambio político y económico
El ciclo de conferencias, destinado al análisis de los imaginarios del arte vinculados a los procesos revolucionarios, llegó a su fin a través de Amador Fernández-Savater con la ponencia 'Salir de la tierra del Faraón: la revolución como Éxodo'.
La revolución política y económica, según Fernández-Savater, "tiene unos límites a la hora de transformar la realidad". Para un cambio cualitativo "hay que modificar la subjetividad de la piel del ser humano mismo". La revolución cultural "pretende alcanzar el nivel psíquico y antropológico de la naturaleza humana". El término cultura, en términos del filósofo, se va a relacionar con el "nivel antropológico de las formas de vida".
Para los revolucionarios y revolucionarias a la transformación, "como cambio objetivo en la política o la economía", era necesario añadirle "una capa más a la hora de percibir y relacionarse con el mundo".
La revolución antecede "el comienzo absoluto". Es el "derrocamiento del orden antiguo y la aurora de un mundo nuevo". La revolución cultural se encarga de "producir un hombre nuevo". Para Fernández-Savater el concepto de "tabla rasa" entraña ciertos peligros como el "uso del terror convertido en herramienta pedagógica".
En el momento presente encontramos "que se ha evaporado la idea de revolución". Según los términos de Mark Fisher ha triunfado "el realismo capitalista". El deseo se vehicula "por los caminos del mercado", una institución que "se nos ha pegado al cuerpo como una forma de segunda naturaleza". De este modo se extiende la sensación de que "otro mundo no es posible". Es por ello útil analizar si puede existir una "fuga del deseo" que se articule por caminos diferentes.
El curso ha llegado a su culmen con una mesa redonda, en la que han intervenido varios de los ponentes de las tres jornadas, denominada 'Capitalismo y cenizas: la dinámica revolucionaria como combustión y agotamiento de sus imaginarios'.