El cine no deja nunca de asombrarnos cuando describe la realidad. Así, el director griego Alexandros Avranas ha retratado en su drama Vida en pausa un hecho auténtico: el denominado síndrome de resignación, cuyos casos afectan a hijos de refugiados que caen en un estado de coma ante la incertidumbre que se cierne sobre su futuro.
Creo que conoció esos síntomas del denominado síndrome de resignación leyendo un artículo de prensa y esa idea, de alguna forma, le obsesionó para hacer una película. ¿Pero fue fácil encontrar documentación?
No, no había casi información, encontramos tres artículos en inglés, y luego entró en el proyecto un productor sueco que nos ayudó con la investigación. Mi coguionista es de Chipre, yo griego, y sabemos un poco de la inmigración y de los refugiados y eso nos ayudó. Pero el covid retrasó el proyecto y, después de los primeros meses fuimos a Suecia, y hablamos con personas de inmigración y médicos, y cambiamos completamente el guion.
¿Y cuáles fueron esos cambios?
Lo que hicimos fue acercarnos más al proceso. Sobre todo qué hacía el Gobierno con los niños cuando caían enfermos de ese síndrome. Pero lo más intrigante es que descubrimos que en Suecia se están gastando mucho dinero para esconder la verdad, detrás de una magnífica superficie.
El largometraje parece una distopía hablando de un Estado que pretende tener la potestad de los hijos por encima de los padres. ¿Está más cerca de lo que pensamos esa idea?
Cuando eres refugiado es como si hubieras firmado un papel que dice que eres ciudadano de segunda clase. Y de eso habla la película. El sistema te aporta el estado de bienestar, pero cuando eres un refugiado vives en un limbo. Creo que, con todas las guerras que asolan actualmente el mundo, todos, en algún momento de nuestra vida, nos vamos a convertir en refugiados.
Sobre el tapete de esta cinta está la política de migraciones. ¿Pero qué cree que debe hacer Europa ante la llegada masiva de inmigrantes?
Habría que hacer una diferencia: los refugiados son gente que buscan asilo por temas políticos, la guerra, una dictadura. Los inmigrantes se van de un país pobre a otro del Primer Mundo donde creen van a mejorar sus condiciones de vida. No hay una solución fácil. Todo esto no sé cómo va a acabar.
Su película, por la forma que está ambientada, resulta muy inquietante, sin embargo, he leído que lo que perseguía era hacer un filme esperanzador…
Los últimos 35 minutos del filme son optimistas gracias al cambio de actitud de esos padres que se dan cuenta de que la única forma de comunicarse y salvar a sus hijas es la esperanza y el cariño, aunque las niñas estén dormidas, en coma, es posible que puedan recuperarse.
Pero, mi siguiente película es una comedia negra, muy irónica y divertida, sobre la positividad tóxica.