Podrían ser el mítico dúo Los Gemelos, que durante tantos años acompañaron a María Dolores Pradera por los escenarios de todo el mundo. Sin embargo, son dos políticos de la región, Santiago Lucas-Torres y Julián Martínez Lizán, vicepresidente segundo de las Cortes de Castilla-La Mancha y consejero de Agricultura de la Junta de Comunidades. El otro día coincidieron en el acto que la Denominación de Origen la Mancha organizó en el Reina Sofía y pude verlos hablar con total normalidad del debate que tendrían esta semana en las Cortes en torno a los presupuestos de agricultura para el año que viene. Fue sólo un instante, como una visión, igual que algo nunca visto anteriormente. Pero ocurrió ante mí, como principal testigo de cargo, de la manera más natural posible. Y vi cómo se hacía la política en este país durante mucho tiempo… Sin censuras ni vetos ni gritos… Dos hombres, dos agricultores, hablando de lo que saben y por lo que luchan; desde perspectivas diferentes, sin duda, pero con la mayor cordialidad y respeto posibles. Esa es la política que yo quiero para mi país.
No sé si escribiendo este artículo les hago un favor a ambos o no. Quiero pensar que sí, pero si fuese lo contrario, ya les pido disculpas. Pero no puede ser que lo que fue normal durante mucho tiempo, ahora haya quedado como rescoldo o brasa de una época perdida. La Transición, como muy bien escribió aquí Daniel Ramírez, el Joven, la hicieron unos traidores en el mejor y único sentido bueno que puede tener la palabra. Aquellos que transaron sus principios para pactar con los de enfrente y encontrar una salida pacífica a lo que habían sido cuarenta años de dictadura. El mayor legado que nos dejaron los padres y del que ahora quieren aborrecer por principios o conveniencia algunos de sus hijos. Eran políticos que ejercían el liderazgo, que no es otra cosa que la asunción primera y definitiva de la pérdida. El liderazgo no lo reclama uno ni lo instituye… Se lo dan los demás a partir de un ejemplo y un desempeño. Por eso tenemos un presidente del Gobierno que no puede pisar la calle. Porque ha mentido y barre para casa. Pero el gran líder, el verdadero crack político es el que sabe que ha de entenderse con su contrario.
Se lo dije a ambos sin saber que ese encuentro propiciaría este artículo. Pero me siento orgulloso de ambos. Julián, un hombre bueno, del campo, agricultor, que siempre luchó y defendió a los suyos, los más humildes. Santiago, un alcalde listísimo, de los que más, al que la propia Sara Montiel lo reclamó para sí. Ambos dieron el otro día sin ellos saberlo una lección de política de altos vuelos. Ojalá sus compañeros con responsabilidades mayores siguieran sus pasos, tan sencillos, tan humildes, pero tan difíciles. La asignatura más complicada en la vida no es ser buen político, periodista ni doctor. Es ser nada más, pero nada menos, buena persona. Y ambos lo son. Me sentí orgulloso de mi región. Que les vaya bonito.