Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Oración para el Día del Libro

21/04/2025

Danos el libro que nos merezcamos.
Danos el tebeo de Ibáñez que nos haga reír porque hoy nos apetece desencuadernarnos a carcajadas y rememorar que nuestra patria es nuestra infancia. 
Danos la novela de Nabokov que nos haga presente que somos perversos y retorcidos, que nuestro lado inconfesable es parte de nuestra alma por muchos copos de nieve que la disfracen. 
Danos el ensayo de Zweig que nos recuerde que el ser humano puede vivir y escribir los momentos estelares más hermosos, y los momentos infernales más terribles, de la (in)Humanidad en el mismo cuerpo y en la misma hoja, para aprender a despedirnos con hermosa y trágica dignidad cuando las mayores ignominias asolen nuestro tiempo. 
Danos el poemario de Ida Vitale que nos enseñe, con desaforada generosidad y pasión por la existencia, que como no estamos a salvo de nada debemos intentar ser nosotros mismos salvación del algo.
Danos libros insufribles como nosotros que nos aticen porque de lo peor se sacan frutos, y de la tolerancia, del respeto y la comprensión del carbón surgen diamantes. No olvidemos que, como decía Carmen Balcells, escribir un mal libro supone un arduo y complicado trabajo.
Danos los pensamientos de Montaigne que nos obliguen evocar de qué pasta estamos hechos. Que somos lo mismo y lo contario, lo que otros pensaron antes que nosotros, lo que censuramos de los demás, lo que nos dieron de comer, cómo nos trataron y educaron. Que a veces la misericordia nos parece una virtud y otras una pasión viciosa. Pensamientos que nos recuerden, ora compasivos, ora maliciosamente condescendientes, qué desgraciado es el ánimo ansioso e inquieto por el futuro, cuando no asumimos que el porvenir no existe.
Danos las novelas de Conrad. Danos a tantos marinos de la palabra (Marías, Saramago, Vargas LLosa, Beckett…) que la navegan, cincelando laboriosamente cada párrafo, en algunos casos en un idioma que ni siquiera es el propio, con esa dedicación, esmero y perfección de orfebre angustiado, solo al alcance del que asume y malea la materia prima como un don, afrontando su labor como una misión sagrada.
Danos hoy nuestro libro de cada día, de cada semana, de cada vida y enséñanos a valorarlo, a aprender de él, a olvidarnos en él, a tratar de cambiar el mundo, a darle la negra espalda del tiempo, a crear un artefacto poderoso, a volar una poderosa e ingenua cometa que nos aleje alevosamente de la prosaica e insoportable realidad virtual que nos aturde.
Líbranos del mal de no atrevernos a leer, de no afrontar la página escrita y por escribir con humilde arrojo y espíritu de adaptación y cambio.
Líbranos del mal de no pensar por nosotros mismos, de no tener un pensamiento aventurero, crítico, mezquino, tolerante, coherente, discriminatorio, intolerante, avieso, desopilante, desconcertante, estoico, hedonista, trágico, apasionado, apisonado, cautivo, cómico, negro, cambiante, coherente con nuestras incoherencias.
Danos libros libres de adoctrinamientos y prejuicios.
Y que cada libro nos enseñe a no ser lo que nos quieren imponer aquellos iluminados que solo comulgan con su propio libro.
Amén.