Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Cuando se vaya la prensa

08/11/2024

Miércoles 6 de noviembre. Ocho de la mañana. Como cada día, en las radios españolas comienza el prime time de las principales cadenas, la hora punta que aglutina al mayor número de oyentes. Escuchantes, les llaman algunos. Las teles también aguardan una dura batalla por la audiencia en los programas matinales que comienzan a hacerse fuertes a partir de las nueve. Ese día se acababa de cumplir una semana de la DANA que ha asolado buena parte de Valencia y del municipio de Letur, en Albacete. Se seguía buscando a decenas de desaparecidos y, como hoy, a los trabajos para recuperar cierta normalidad les quedaban meses por delante. Todos esos espacios audiovisuales abren con lo que está ocurriendo a más de 6500 kilómetros de distancia de Valencia. Hablan de los últimos datos electorales en Pensilvania, en el resto de los denominados estados bisagra y del resultado de unas elecciones presidenciales que mantienen en vilo a todo el mundo, no sólo a los estadounidenses. Al día siguiente, la principal foto de las portadas de los periódicos de papel -que mantienen una estricta jerarquización para ordenar las noticias según su importancia- es para un señor que acaba de arrollar en los comicios de su país lo que le permitirá regresar a la presidencia con un poder absoluto, sin límites.
La exigencia del momento, especialmente en la radio y en las teles, viene marcada por una máxima de estos medios: está pasando y te lo estamos contando. Con datos y con análisis de urgencia, a poder ser sobre el terreno. Eso provocó que, durante unos minutos, los focos se quitaran de los lugares más golpeados por la tragedia. No se trata de analizarlo como un repentino asalto de insensibilidad. Todos volvieron al instante a conectar con Paiporta, con Aldaia, Alfafar o con Algemesí. Todos siguieron con las programaciones especiales escuchando a las víctimas, sus necesidades y también a voluntarios que se están dejando la piel de forma literal. Sin embargo, sí que es un indicador de lo que va a ocurrir en apenas unos días. Y no es cuestión exclusiva de los medios de comunicación, blanco fácil en cualquier catástrofe. 
Sería bueno plantear al lector una cuestión muy básica. ¿Quién recuerda con relativa frecuencia que tenemos una guerra a las puertas de Europa? A punto de cumplirse tres años de la invasión rusa en Ucrania, la mayoría no tenemos en nuestra memoria a los ucranianos. Demasiado tiempo para pensar en sus miserias. Y no será porque no nos solidarizamos con ellos cuando les vimos sufrir al principio. ¿Dónde quedaron aquellas caravanas solidarias con cientos de españoles llevando lo que habían recogido a la frontera con Ucrania? ¿Dónde quedó la solidaridad con los que tuvieron que huir y están entre nosotros? La mayoría empezaron a ser invisibles al poco tiempo, salvo para las ONG que siguen encargándose de sus principales necesidades. 
El ser humano es olvidadizo por naturaleza. No puede estar permanentemente rodeado de dolor, de sufrimiento y de desgracias. No sólo es culpa de los periodistas. Lo que hay que pedir a las administraciones es que ellos no olviden pronto. Que persista toda la respuesta que, ahora sí, se está dando. En cuanto se vayan las teles, las radios, los voluntarios, los bomberos, los equipos de rescate, las fuerzas de seguridad o los militares, todo será más difícil. Y los afectados se enfrentarán solos a la burocracia. Es una zona que tiene que reconstruirse entera y el Estado -tómenlo en toda su dimensión- tiene el deber y la obligación de hacerlo mejor que en casos anteriores. Lo que pasó en La Palma o en Lorca son claros ejemplos de promesas incumplidas que, esta vez, no deben repetirse.