Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Untado real

15/05/2023

Para evitar meter la pata siempre suelo recurrir al diccionario de la RAE y en este caso, no iba a ser menos. La palabra untar (sin hache) a pesar de que algunos insisten en colocársela, es sencillamente aplicar y extender superficialmente aceite u otra materia pingüe sobre algo. En algún caso, lo que parecen estar más de moda en tiempos actuales, sería esa otra definición en la que «untar a alguien con dinerillo, por malversación, corrupción o picaresca», suele ser punto de encuentro y desencuentro, recurrente entre políticos como defensa de ese «tú más» que se hizo popular en el hemiciclo de la democracia, sin olvidar que también lo de «echarse a perder» es parte de la definición de un término como éste.
Pero no quiero traer aquí esta palabra para aludir a las reflexiones anteriores, sino que me hizo mucha gracia cuando escuché a la reportera televisiva en una conexión en directo –da igual la cadena que fuera- y atascándose en la palabra que debía de decir –y que en ese trance que no le deseo a nadie-, no le venía a su excelente narración del previo, dijo con cierto titubeo «untar al rey Carlos III con aceite», cuando estaba enseñando aquel recipiente dorado que representaba un ave (águila) y que se estaba mostrando al público, cuando debía de decir «ungir de aceite en la coronación de Carlos III de Inglaterra».
De una u otra manera –sin mayor importancia- el narizudo – y no quiero aludir a la frase de Quevedo- y casi octogenario Carlos de Inglaterra fue untado, ungido o manchado aceitosamente, con ese ungüento real, casi divino, propio de Arturo 'Corazón de León' cuando en la Tabla Redonda juntó a sus Caballeros, les daba un aceite pestilente para sellar una lealtad que quedó escrita para la historia con total solemnidad y recuerdo.
Sin duda, momento clave en una decisión para la eternidad, y a la mancha de tinta con aquella estilográfica unos meses atrás, observada por su esposa –ahora reina consorte o consuerte- Camila, habría que añadirle, la aceitosa ceremonia con el untado de Óleo Santo, para dejar sellado su compromiso tradicional religioso y sagrado –que viene desde el siglo XIV- y que ahora en tiempos modernos, es un aceite hecho de aceitunas cosechadas en el Monte de los Olivos de Jerusalén, incluso apto para veganos. Los tiempos cambian, así de sencillo. El rey Carlos III de Inglaterra fue ungido en la solemnidad de una abadía de Westminster como tributo a una corona que viene de origen divino, dinástico y 'eterno'.