Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Parálisis permanente

05/06/2024

La semana pasada, coincidiendo con la celebración del día de Castilla-La Mancha en Toledo, Emiliano García-Page anunciaba su intención de iniciar el proceso para determinar un recurso a la ley de amnistía, ya aprobada, ante el Tribunal Constitucional. Se sumaría así a otras instancias gobernada por el PP. Queda claro que la amnistía divide al país y lo coloca en riesgo de parálisis. Los de Puigdemont siguen teniendo la sartén por el mango y pueden bloquear la legislatura una y otra vez, pero también el juego de recursos y contrarrecursos puede poner a las instituciones contra las cuerdas. De nuevo, descuidando lo importante para atender a lo urgente. Llevamos demasiado tiempo así. Solamente unas elecciones podrían desbloquear una situación de parálisis permanente, que los ciudadanos hablen, ahora ya con conocimiento de causa y ejecutada esa amnistía varias veces negada en la anterior campaña electoral
La amnistía es un elemento extraño y tóxico capaz de condicionar hasta la extenuación toda la vida política del país, por su propia naturaleza inconstitucional y por realizarse de la forma que se ha realizado: sin ningún tipo de acuerdo entre los dos grandes partidos y cediendo a todas las exigencias de los delincuentes que, para mayor escarnio, en ningún momento han mostrado ningún signo de arrepentimiento. Según una encuesta publicada la semana pasada por Gad3, casi la mitad de los votantes socialistas piden un adelanto electoral para superar la parálisis. La cifra puede ser discutible pero, desde luego, ese votante socialista es el que predomina en regiones como Castilla-La Mancha, y ese tipo de ciudadano es el que  en el actual contexto político se encuentra cada vez más fuera de lugar
En el día de Castilla-La Mancha García-Page refería en su discurso el episodio de la segunda parte del Quijote acontecido en Barcelona en el que nuestro hidalgo se volvía definitivamente loco, recuperaba la cordura y volvía a su tierra natal. Las segundas intenciones hacia el inquilino de la Moncloa eran evidentes, aunque es un exceso de generosidad comparar al actual presidente del Gobierno, todo cálculo y ambición personal, con el desinterés y la bendita locura de nuestro universal caballero de La Mancha,  si bien sirve como piedra de toque con raigambre literaria, por más que aquella Barcelona relatada por Cervantes no tenga tampoco nada que ver con esta de hoy, lastrada por varias décadas de sectarismo y matraca independentista.
Porque lo cierto es que en este momento de nuestra historia la parálisis de nuestro país viene en gran medida provocada por las cesiones escandalosas al  independentismo catalán, del mismo modo que un día lo más moderno y dinámico procedía de Cataluña, cuando esta región era, siguiendo aquel tópico cargado de razón, punta de lanza y vanguardia de España. Hoy otras regiones han tomado ese lugar y Cataluña sigue rehén de la caterva independentista, provocando parte de su clase dirigente, Puigdemont y compañía, un momento oscuro en la política de toda España que solamente podría ser desbloqueado con una asistencia adelantada a las urnas. De momento en el PP confían en que el revolcón en los comicios europeos del próximo domingo sea de tal magnitud que hagan tambalearse las componendas de Pedro Sánchez con Puigdemont. Sea como fuere, la amnistía está aprobada y el daño causado.
Poniéndolo en contexto más amplio, podría decirse que la parálisis en nuestro país cumple ahora diez años. La abdicación de Juan Carlos I puso en la jefatura del Estado al que podría ser (veremos le balance final) uno de los mejores reyes de la historia moderna de España, Felipe VI, el menos Borbón de todos los borbones, pero también se inauguró en aquel momento un tiempo de incertidumbre política de la que no conseguimos salir ni atisbar un horizonte de futuro claro. Las elecciones se repiten sin resultados claros, las mayorías absolutas no resultan posiblesen este contexto, y de momento el que se ha llevado el gato al agua es el que ha conseguido conformar una aritmética parlamentaria extraña y rocambolesca, tan extraña que sus mimbres y sus miembros son los que quieren que nuestra historia nacional vaya mal, cuanto peor mejor para ellos, y que, de momento, centran su estrategia en conseguir una parálisis permanente con la esperanza puesta en un colapso final.