Se habla mucho en estos días de las casualidades que se producen a la hora de justificarse los investigados en distintos procesos judiciales, hasta el punto de que parecen, cuando no lo son, estrategias diseñadas para desviar la atención sobre lo sustancial, por lo que tantas eventualidades y golpes de suerte hacen sospechar que son la causa por la que se han puesto en marcha las diligencias judiciales, con un pronóstico reservado para quien se ve tantas veces favorecido por el azar.
En el caso que se investiga sobre la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, la casualidad de los encuentros que mantuvo en un primer momento, breves y esporádicos, con el CEO de Globalia, Javier Hidalgo, una de cuyas empresas se comprometió a financiar la cátedra de Begoña Gómez, -sin llegar a aportar los fondos-, es una de las patas del proceso que se le sigue, y de lo que se infiere la causalidad de que pudiera haber intervenido en favor de Air Europa, que fue rescatada con fondos públicos con 475 millones de euros, lo mismo que las líneas aéreas de otros países que estuvieron al borde de la quiebra durante la pandemia. El nexo entre el azar y las causas finales es lo que investiga el juez Peinado, por ahora sin mucho éxito, mientras recibe un informe de la UCO que espera que contradiga los informes del Tribunal de Cuentas. Que por medio se encontrara el comisionista Javier de Aldama relacionado con la trama Koldo es otra casualidad que se quiere convertir en causalidad, sin que se haya pasado del estadio de sospecha.
Si en algún asunto se acumulan las casualidades es en la investigación judicial por las consecuencias de las inundaciones de Valencia del pasado mes de octubre, sobre todo en los aspectos relacionados con la diluida presencia y la efectiva ausencia del presidente valenciano, Carlos Mazón, en los momentos más críticos de la dana. Es casualidad que existan imágenes de su llegada al centro de emergencias (CECOPI) después de que se lanzara la alerta para avisar de las riadas, que le permitiría evitar responsabilidades judiciales, y también es casualidad que se hayan borrado las cintas de su llegada al Palau de la Generalitat que permitirían conocer a qué hora llegó a su despacho después de la comida en El Ventorro, y la hora en que salió hacia el CECOPI. Casualidad, igualmente, que uno de los últimos contactos de la exconsellera Salomé Pradas con Mazón se produjera un minuto antes de que se enviara la alerta, y no menos casual es que no pudieran ponerse en contacto en las horas críticas de las inundaciones, precisamente cuando surgen más dudas sobre el lugar en el que se encontraba Mazón en ese momento.
Desde el punto de vista político tampoco es casualidad que apenas unos días después de haber alabado la coordinación con el Gobierno, en presencia de Pedro Sánchez, se cambiara la versión y se trate de involucrar al Ejecutivo por no haber decretado la emergencia nacional, pese a que las competencias para hacer frente a la tragedia correspondían a la comunidad autónoma. De nada habría servido hacerlo cuando el desastre se había desatado si no es para diluir las responsabilidades y tratar de ocultar la inoperante gestión de la crisis. la mayor causalidad, sin embargo, es que Carlos Mazón no quiera desvelar qué hizo la tarde del 29-O, de lo que se infiere la causalidad de su responsabilidad.