Cuando uno pasea habitualmente por una ciudad, sobre todo de nuestra Piel de Toro, llegas a apreciar valores intrínsecos y extrínsecos de los ciudadanos con los que te encuentras. Ellos, pensarán lo mismo que tu, sin duda.
Leía en cierta ocasión, que el Bestiario –no el de Julio Cortázar- sino el medieval, que fue una recopilación o compendio de animales fabulosos –más bien, bestias catalogadas- y desde luego, con un significado diferente en cuanto al término «fabulosos» del que ahora podríamos tener.
Por tanto, el Bestiario Medieval fue algo así como manuscritos iluminados populares en las Cortes centroeuropeas a partir del siglo XII.
Pero lo que más me llama la atención es, ese contexto del lenguaje simbólico de los animales en la literatura y en el arte cristiano de Occidente, ya que eran primitivos manuales de historia natural con una fuerte lección moral. ¡Ahí quería yo llegar!
Por eso, las interpretaciones iban en función de los contextos cronológicos del momento. Ahora, no sería igual el cuervo como animal de mal agüero –ya que ahora abundan y mucho por estos lares, y sin embargo, no todos serán de ese mal agüero, porque si no, ¡apaga y vámonos!-; y también estarían esas otras aves de mal presagio –buitres y urracas-, de esas que tantas hay en foros y cotos privados o ese gato negro que incitaba a la 'mala suerte', cuando ahora, la mayoría de los gatos son 'pardos' y a ver qué haces.
Yo creo que ahora, y lo digo remarcando eso de ahora, el Bestiario Popular es, si cabe, más reconocible, más variado en su diversidad, más propio de la especie del postureo que de la variable del Goliardo, más de la hipocresía cursi que de la quimérica realidad y lo forman muchas criaturas, afines a aquellos personajes de la Patasola, Madremonte o Chupacabras de la América colonial, que los necesarios pelícanos, del que se creía que abrían su propio pecho para dar vida a sus polluelos con su propia sangre –aludiendo a la buena metáfora de la Biblia-.
A veces, el lector dirá qué por dónde va uno cuando hace alusiones relativas más al desencanto, pero sin duda, me guía cuando escribo mi columna de opinión, en la mayor parte de las veces, esa búsqueda de la sonrisa en tiempos de dura tristeza por tanto drama, pobreza, desgracia, insensatez, difamación, mentira, mala praxis e injustas realidades. Uno no es santo –pero evito ser diablo- y creo que con eso, algo del cielo me puedo estar ganando.