Los usos religiosos de las dos torres defensivas de la ciudad

Beatriz Palancar Ruiz
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Mientras que una de ellas se cerró y pasó a utilizarse como una ermita, la otra se recuperó para servir de apoyo al Puente de las Infantas de camino a un convento

Los usos religiosos de las dos torres defensivas de la ciudad - Foto: Javier Pozo

En la última edición de Fitur, la Feria Internacional de Turismo, el Ayuntamiento de Guadalajara dio a conocer que quería poner en marcha un ambicioso plan para renovar, turísticamente hablando, el discurso de los dos torreones de la muralla de Guadalajara que se conservan en pie. El plan es ofrecer a los visitantes una experiencia inmersiva en estos centros de interpretación a través de la temática que se ofrece en  su interior, ya que El Alamín está dedicado a las murallas, y el de Alvarfáñez, a la historia del escudo y la conquista de la ciudad. Pero quizá, algunos, no conozcan el origen de estas fortificaciones de la ciudad.

El que hoy conocemos como torreón de Alvar Fáñez no siempre fue conocido así. Existían varias puertas de entrada al recinto amurallado de la ciudad entre las que destacaba la Puerta de la Feria. En la Edad Media, la zona aledaña, estaba ocupada por las ferias que se organizaban como privilegio en la ciudad. Una superficie que se extendería desde el lugar donde estuvo situada la caseta de la Oficina Municipal de Turismo hasta los edificios conocidos como las casas del Rey. Cuando se decide trasladar el recinto ferial, se cierra esta Puerta de la Feria porque deja de utilizarse. De hecho, se abre otra llamada de San Antonio para dar servicio a este convento.

En ese momento, la torre defensiva se convertirá en una ermita que empieza a denominarse del Cristo de la Feria, un uso religioso que se mantuvo hasta que se derrumbó uno de sus flancos.

Los usos religiosos de las dos torres defensivas de la ciudadLos usos religiosos de las dos torres defensivas de la ciudad - Foto: Javier Pozo

En los devenires de este torreón destaca el momento en  el que cambia su nombre para tomar el de Alvarfáñez de Minaya. Serán los militares del Cuerpo de Ingenieros los que le den esta denominación después de que obtuvieran su titularidad en el año 1818 por la cesión del Ayuntamiento de Guadalajara que solicitó el jefe militar Antonio Remón Zarco del Valle. En 1921, el torreón se declarará Patrimonio Nacional y se rehabilitará.

Por su parte, la torre y el puente situados en el barrio de El Alamín, y cuyo torreón recibe este nombre como denominación, fueron construidos o reconstruidos, a finales del siglo XIII, por orden de La infanta Isabel, hija de Sancho IV el Bravo,  para contar con un acceso directo al convento de San Bernardo cuando este se trasladó desde las afueras a este lugar de la ciudad. En la mayoría de las ocasiones, la infanta Isabel acudía a esta sede religiosa en compañía de su hermana Beatriz por lo que ordenó construir un puente para llegar con menor dificultad al convento el Alcázar donde residían. Por este motivo, a partir de entonces, al puente se le conocerá como Puente de las Infantas y se trazó junto a la Puerta de Postigo y al torreón del Alamín.
La torre del Alamín alberga ahora una exposición permanente sobre la ciudad medieval. Una maqueta explica el emplazamiento defensivo de Guadalajara, entre dos barrancos, y muestra su antigua trama viaria, de calles estrechas adaptadas a las curvas de nivel. 

Igualmente, el torreón de Alvarfáñez recuerda la leyenda de la reconquista de Guadalajara por Alvar Fáñez de Minaya en 1085, por eso en su interior se pueden conocer detalles sobre la leyenda, llena de hechos históricos y otros de difícil confirmación, de este caballero al que se le considera el fundador de la ciudad de Guadalajara.