Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Cultura de la cancelación

10/02/2025

Siempre me ha llamado la atención que las palabras cultura y cancelación convivan, malvivan con tanta naturalidad en la misma expresión. Sí, ya sé que es un neologismo y todas esas vainas…
Obviando la cantidad ingente de conceptos que existen de Cultura, más o menos venimos a entender por cultura el conjunto de caracteres, incluso de conocimiento, que caracterizan a una determinada colectividad. Quizá por eso me llama un poco más la atención la cultura de la cancelación en el mundo de la autodenominada «Cultura».
Cancelar me suena al vetar de toda la vida, silenciar, desprestigiar, con el componente de que ahora hay redes sociales, pero al final es retirar el apoyo a algo y/o a alguien.
En esta España cainita nuestra siempre hemos sido solidarios con los perdedores, sobre todo si ya están enterrados. Nos reconforta y sale gratis. Nos da ese plus de humanidad woke y prurito de blanda generosidad que nos barniza. Es humano y hasta cierto punto comprensible, aunque muchas veces sonrojante.
Pero somos muy poco solidarios con el que no piensa como nosotros, con el que cambia de opinión o simplemente no la tiene, se contradice, la lía, etc., y no digamos más si eso nos moja la barba o puede tener alguna incidencia en «lo mío2.
Me llama la atención el caso de la, a día de hoy, innombrable Sofía Karla Gascón. Se le está haciendo un vacío realmente brutal, empezando por sus propios compañeros (directores, actores, guionistas, productores) de película por indicación veladamente directa de jefes y promotores. Y no veo reacción por el resto de colegas.
  Que se hable tanto de libertad de expresión, de discursos políticos diversos, de presidentes de otros países a los que han votado millones de personas, de conflictos geopolíticos que llevan enquistados cientos de años, de temas globales y trascendentes con tanta contundencia, entiendo que conocimiento, y apasionamiento me parece sanísimo y estupendísimo, pero cuando tocamos al vecino de profesión es dolorosísimo que el silencio público sea tan desoladoramente abrumador.
Cuando oyes El mensaje ya ha llegado, hay una persona que está sufriendo, no hace falta seguir insistiendo, para inmediatamente escuchar hay que mantener el perfil bajo porque para próximas películas contamos con ella, pero no sabemos si la producción tomará otro tipo de decisión suena a lo que suena. A omertá,  colleja y calladitos que ya os diré lo que hay. Lo de tantas profesiones.
Al final somos como somos y esto de la valentía es un don personalísimo y escaso, nunca patrimonio ni bandera de ninguna profesión. Una cosa es el corporativismo de salón, solidarizarse en masa con causas globales y desdibujadas y otra estar en el campo cotidiano de batalla, y más en oficios tan precarios en los que solo unos pocos tienen trinchera propia y viven de su trabajo, con lo que eso implica de miedo cerval a perderla. 
Las lentejas se imponen con prosaica simpleza, sin complejos ni discursos más o menos bienintencionados, ni tímidas y medidas solidaridades. Las lentejas no discriminan por razón de género o condición social, no nos engañemos. Y sobre, no engañemos.