El calendario del 'neofútbol' nos obliga a señalar a un 'niño maravilla' cada poco tiempo. El heredero de los dioses o, directamente, el nuevo Dios. El elegido. Si no funciona, pronto encontraremos otro. La gran bola de fuego y nieve que hemos creado con Endrick Felipe Moreira de Sousa tendrá sentido dentro de dos o tres años: ahora es gigantesca, alimentada por esa ingeniería propagandística monstruosa que poseen los grandes (el Real Madrid en este caso), y el paso del tiempo, en efecto, dirá si justificada o exagerada. De momento, en la 'ventana FIFA' en la que el muchacho tenía todos los ojos en el cogote, puede presumir de ser el chico que debutó con la 'seleçao' marcando en sus dos primeros partidos en dos templos como Wembley y el Bernabéu en poco más de una hora de fútbol. Casi nada. Casi todo.
«Aún no está con nosotros, pero está cogiendo sensaciones para la próxima temporada, cuando venga. Ojalá podamos hacer grandes cosas con el Madrid», decía Vinícius en Londres. El pequeño diablo de Taguatinga tiene ese 'algo' especial de los genios del ataque: el gol entre las cejas. Carga sus acciones con un instinto asesino que no se entrena ni se adquiere con el paso del tiempo: se tiene o no se tiene. Y a Endrick se le desborda.
Aunque su físico está todavía en construcción, es un 'niño prieto' de 1,73 metros. De ésos que parecen contener un cuerpo aún más grande y potente. 'Culea' para ganarse el sitio, con ese centro de gravedad bajo que permitió a gente como su compatriota Romario ser uno de los mejores delanteros de su generación. Y arma la pierna con determinación. La zurda es la dominante, pero no pierde tiempo acomodando la pelota: sus dos goles a Inglaterra y España fueron dos remates con la derecha.
De su infancia, Endrick recuerda las miserias y la determinación de ser futbolista para salir del agujero. Aprendió a ser madridista hace una década en el ordenador de su madre, donde veía los resúmenes de los blancos en los que Cristiano, Benzema, Modric y compañía trazaban diabluras sobre el césped.
En vídeo
Todo arrancó con su padre, Douglas Sousa, editando vídeos de sus goles, colgándolos en las redes sociales, y ofreciendo al niño a diversas canteras de clubes de élite. Salir de la pobreza a través de una pelota, un sueño y un anhelo para tantos niños de Brasil, fue tomando cuerpo cuando el Palmeiras accede a hacerle una prueba a los 11 años y, convencidos de la apuesta, incluso ofrecen un trabajo (en la limpieza) a su progenitor.
Eso sucedía hace solo seis temporadas. El crecimiento, como el de una bola de nieve, fue imparable. Lo de la 'bola de fuego' tiene más que ver con un carácter indómito, duro, curtido en la calle: el público del Bernabéu pudo apreciarlo en esa jugada en la que pateó por detrás a Cucurella, jugándose la expulsión, para evitar una contra. «Nunca voy a dejar de pelear», es una de las máximas del tipo que idolatra a Ronaldo Nazario (que hace 30 años, un 23 de marzo de 1994, también estrenó internacionalidad absoluta con gol), Cristiano Ronaldo y, más recientemente, a Vinícius.
Con la naturalidad que aún conserva en ese juego de 'favela', despreocupado pero comprometido, canchero y agresivo, va devorando récords de precocidad: debutante profesional con 16 años y 77 días, primer gol con 16 años y 96 días, primer título con 16 años y 103 días… Hasta los 17 años y 108 días de su primer encuentro con Brasil, el día en que Wembley descubrió al enésimo 'niño maravilla'. El 'heredero de Pelé', afirman. Viene para quedarse mucho tiempo.