Mujeres sin derechos ni sanidad

Noemí Jabois (EFE)
-

La prohibición del régimen talibán a las jóvenes de cursar estudios médicos amenaza con poner en riesgo la salud de la población femenina al no poder ser atendidas por hombres

Este colectivo ha sufrido muchas restricciones que afectan a su presencia en la vida pública. - Foto: EFE

Desde que los talibanes volvieron al poder en Afganistán en 2021, han sido numerosas las restricciones que el régimen ha impuesto a las mujeres, hasta el punto de pretender que desaparezcan de la vida pública y de suprimir de forma sistemática sus derechos más elementales. Esta semana se anunció un nuevo veto: la prohibición de los estudios de obstetricia y enfermería a este colectivo. Este hecho no solo ha cerrado a las afganas una de las últimas puertas que les quedaban para formarse profesionalmente, sino que amenaza con dejarlas sin acceso a la atención básica por las normas culturales que impiden que sean asistidas por médicos varones.

Esta nueva prohibición se suma así a otras muchas más impuestas contra las mujeres desde el regreso de los fundamentalistas al poder, como la imposibilidad de acceder a la educación superior femenina, que empujó a muchas de ellas a cambiar sus ámbitos de formación y a apuntarse a los llamados estudios médicos cortos -obstetricia y enfermería- para poder desarrollar una carrera profesional.

Uzma Zarifi, de 24 años, es una de estas jóvenes que dio un salto obligado en su formación. Inicialmente era estudiante de Administración de Empresas, y cuando los talibanes le cerraron esa puerta en diciembre de 2022, comenzó a cursar los estudios cortos de Medicina. «Esto es un golpe emocional muy grave para nosotras. Soñábamos con continuar incluso a través de estos institutos médicos para tener un futuro más brillante. Pero, lamentablemente, también esto se cerró», asegura.

Por otra parte, Madina Azimi, de 23 años, estudiante de Economía en el momento del veto inicial y que ahora cursaba estudios de partería, ha vivido una experiencia similar. «Cuando la mitad del cuerpo humano está paralizada, ¿pueden los otros órganos funcionar adecuadamente o progresar?», se pregunta en forma de metáfora, refiriéndose a las mujeres, que constituyen la mitad de la población de Afganistán, pero que están siendo totalmente excluidas de la vida pública debido a las restricciones de las autoridades.

Para ella, las interrupciones de su formación no solo son una pérdida a nivel personal, sino que también muestran el fracaso de los talibanes a la hora de afrontar las necesidades críticas del país, inmerso en una crisis económica, social y humanitaria. «Si la situación de la educación sigue así, tendremos una sociedad que no sabe nada sobre su salud, sus derechos o sobre los de los demás», añade.

Alarma social

Además de amenazar su futuro profesional, este veto supone un peligro para la salud de miles de mujeres y niñas en Afganistán, un país que tiene una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), y donde las normas culturales y las estrictas reglas talibanes impiden que sean tratadas por médicos masculinos.

«En nuestra sociedad tradicional veíamos todos los días como las mujeres perdían la vida debido a la falta de atención médica femenina porque los médicos varones no podían ayudar», indica la estudiante de Enfermería Tayaba, de 26 años. «Siento que estoy muriendo porque no tengo un propósito para vivir», lamenta.

La ONU y varias organizaciones internacionales han denunciado el veto y han instado, una vez más, a los talibanes a cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos.