Los chinos hacen de todo, y replican de maravilla, imitan lo inimitable y se lo venden a todo quisqui; en leguaje actualísimo diríamos que son los putos amos. Te hacen ropa a mitad de precio y la venden a mansalva, y hasta tricornios para la Guardia Civil, aunque hace ya unos cuantos años, allá por 2008, tuvimos una cierta crisis porque no estaban sus tricornios tan logrados como los nuestros, como es lógico, por otra parte, y no conseguían en sus factorías ajustar convenientemente la forma redondeada de la cavidad, de manera que algunos de nuestros agentes beneméritos renunciaron a ponérselos en sus ceremonias de gala, prefiriendo los de aquí, que los fabricantes autóctonos saben el terreno que pisan y lo que es la oronda cabeza de un Guardia Civil.
En China hacen de todo a mitad de precio, pero no consiguen replicas convincentes ni del ajo negro de las Pedroñeras, ni del queso ni del vino manchego. Emiliano García-Page ha vuelto de su último viaje a China proclamando a los cuatro vientos que somos, sin discusión, la despensa de España y la región con más nivel de inversión extranjera, además de llegar a unos cuantos acuerdos en materia tecnológica y con un puñado de inversiones a la vista para nuestra tierra. Lo cierto es que China es una realidad compleja y poliédrica a la que se acercan ya todos los dirigentes mundiales en busca de dineros calientes y productivos. La delegación castellanomanchega ha sido nutrida y el viaje lo suficientemente largo para cuajar unos cuantos proyectos, lo veremos en los próximos tiempos. Dicen los que han ido que al presidente de Castilla-La Mancha se le veía satisfecho y en buen grado con lo agarrado al tiempo que consciente de lo que somos y tenemos y que ellos, los chinos, nunca podrán tener: forma de vida, calidad e industria agroalimentaria; en definitiva, salud y buenos alimentos.
Lo de China es ya una auténtica bestialidad. En el momento en que lleven el poderío militar donde quieren llevarlo, y en ello están con crecientes inversiones en Defensa, no habrá quien les tosa y en unas décadas pueden superar a Estados Unidos, el gran sorpasso en el último ciclo imperial. Hasta que eso llegue, si llega, vivimos entre dos aguas, sobre todo en Europa, poniendo buena cara a casi todo el mundo y cazando inversiones productivas en el gigante asiático que es donde mayormente está la despensa del dinero del mismo modo que en nuestra llanura está la despensa y la bodega de las buenas cosas del comer y el beber.
Los mandatarios desfilan por allí ya desde hace tiempo. En el recuerdo aquel viaje de María Dolores Cospedal hace diez años y aquella foto redonda y brutal con un fondo repleto de banderas rojas con la hoz y el martillo. Era aquel viaje una comisión encargada por Mariano Rajoy a su Secretaria General, pero la vida ya se movía en esos términos, es decir, «blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones». Esta frase se le atribuye Den Xiaoping, el más importante dirigente chino después de Mao Zedong , y el que comenzó a poner fin a los insoportables y crueles rigores maoístas para adentrarse en el ambiguo sendereo chino actual en el que no sabemos bien lo que es exactamente China, sobre todo a nivel económico, porque la política sigue controlada con mano de hierro por un partido único comunista en el que, sin embargo, sus funcionarios parecen ejecutivos de Wall Street y las azafatas lucen en sus congresos como mujeres objeto ideadas desde la más obscena mentalidad capitalista. China es hoy un híbrido incomprensible, un extraño engendro que genera dinero y caza ratones haya donde los haya. Una sociedad sin libertad política en la que un Partido Comunista de los de toda la vida hace de gerente de una economía dirigida pero ultracapitalista en sus principales dinámicas y disposiciones, con ingeniería financiera agresiva y explotación laboral a todas horas. Un híbrido con el que se compite malamente si se pretende respetar ciertos derechos consagrados en el frontispicio de las sociedades europeas, un extraño lugar al que Europa mira en busca de inversiones cuantiosas y productivas; y con Europa, España y Castilla-La Mancha, esa despensa que por más que se empeñen los chinos siempre será para ellos un paraíso imposible de imitar, aunque, eso sí, nos pueden comprar toneladas de vino y de queso, y de ajos y de aceite, y lo que haga falta, que de eso va esta historia.