Francisco Muro de Iscar

MUY PERSONAL

Francisco Muro de Iscar

Periodista


Un mundo en guerra contra la vida

03/10/2024

El genocidio de Palestina, que nadie quiere/sabe/puede parar amenaza con extenderse a una guerra total cuyas consecuencias ignoramos, pero que ponen en grave peligro a toda la humanidad. Los inocentes que mueren a millares no representan nada para los que asesinan en uno u otro bando. No es el único conflicto. No es solo Palestina, Israel y Líbano, Ucrania, Yemen... Ahora mismo hay 56 conflictos bélicos vivos que afectan a 92 países. No son conflictos entre dos o más países, es un sistema que mata, un enorme negocio que mueve miles de millones, grandes intereses de la industria armamentística, el negocio de las materias primas y las tierras raras, el nuevo colonialismo explotador, el negocio de la reconstrucción tras la destrucción, eso que alguien ha llamado la necronomía.
Como señala la antropóloga Yayo Herrero, lo que estamos viviendo "es una guerra contra la vida", pero no solo por los gravísimos conflictos bélicos. También por el avance hacia el colapso climático. Por la ineficiente lucha contra la pobreza, el hambre y la falta de alimentos en muchos lugares del mundo. Por la demonización de la inmigración en lugar de luchar a muerte contra las mafias y ofrecer oportunidades a los que viven en los países de origen. Por el ilimitado número de abortos, que niegan una oportunidad a esos seres vivos, y por el empuje hacia la eutanasia a ancianos solos que no pueden disponer de los cuidados paliativos que serían exigibles en una sociedad moderna y solidaria. Por la violencia contra las mujeres, la homofobia y el racismo que levantan muros y excluyen a las personas diferentes.
También por la banalización del mal. Son muchos los individuos, como sostenía Hanna Arendt, que actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos y las consecuencias de estos. La tortura, la ejecución de seres humanos, la práctica de actos malvados no son considerados por sus efectos finales si las órdenes para ejecutarlos provienen de estamentos superiores "legítimos". Hoy se están cometiendo actos de extrema crueldad sin respetar siquiera las reglas de la guerra y sin compasión con las víctimas. Y los Gobiernos, las organizaciones, los grupos políticos y de presión no solo guardan silencio y miran hacia otra parte, sino que apoyan sin reparos y sin razones a una de las partes.
Un Colegio Mayor madrileño, el Chaminade, presentaba esta semana su LXIV curso de Teología Contemporánea, dedicado este año a "la teología en un mundo en guerra contra la vida", al tiempo que dedicaba un merecido homenaje a un hombre sabio y bueno, Diego Tolsada, recientemente fallecido. No se ha programado ahora mismo, pero quienes lo han diseñado demuestran mirar el mundo desde la realidad para hacernos reflexionar ante esta lógica perversa entre lo humano y lo inhumano en la que se está moviendo nuestro mundo. Una visión ética de dónde estamos y donde vamos, una reflexión sobre en qué estamos convirtiendo nuestras sociedades es radicalmente imprescindible. Sobre todo de quienes vivimos en las sociedades avanzadas, donde los derechos humanos, las libertades, la solidaridad parecen ser -¿parecían?- la norma, la guía de conducta.
Ni somos ni podemos ser ajenos a los que pasa en otros lugares del mundo. Nos afecta, claro que nos afecta. Pero en lugar de poner la vida en el centro, estamos poniendo la destrucción. En lugar de reafirmar la solidaridad, estamos apostando por la polarización social y política, por la deshumanización. Estamos convirtiendo el mundo en una espiral hacia el infierno. Decía Ítalo Calvino en "Las ciudades invisibles", que ante "el infierno de los vivos, el que habitamos todos los días", hay dos salidas: la primera es fácil para muchos, aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacerlo durar y darle espacio". Cada uno tiene que elegir dónde está, pero la esperanza, que existe y que tenemos que hacer crecer, sólo está en la segunda opción.