El Gobierno de coalición progresista nos tiene acostumbrados a sus ya habituales encontronazos, por otro lado casi inevitables cuando, como es el caso, se trata de dos partidos distintos con sus particulares intereses y estrategias. Sin embargo, fue el pasado martes cuando el encontronazo fue mayúsculo y sorprendente. Desde Hacienda se filtró, de manera bien deliberada, que el nuevo SMI tributaría. Yolanda Díaz, que en su momento levitó por su acuerdo con los sindicatos, no tuvo el menor inconveniente en encender la hoguera de la discrepancia en plena rueda de prensa en Moncloa. Se enteró, dice ella, del propósito de Hacienda, por los medios de comunicación.
Nunca sabremos a ciencia cierta si como dicen los socialistas, ella lo sabía desde el mes de enero, lo cierto y verdad es que cuando se anunció la subida de 50 euros no se añadió nada más. No se hizo salvedad alguna, de modo y manera que beneficiados y no beneficiados dimos por sentado que no había letra pequeña. El SMI subía 50 euros.
Yolanda Díaz se cree que ha puesto una pica en Flandes. No hay un solo español que no esté de acuerdo con que miles de conciudadanos vean aliviada mínimamente su situación económica, de modo que nada que objetar al acuerdo con sindicatos. Solo recordar que Yolanda Díaz lo decide, pero quien lo paga son los empresarios. Al Gobierno no le cuesta un euro esta subida que ha hecho que la ministra de Trabajo haya levitado.
El misterio está en averiguar cómo funciona internamente el Gobierno de coalición progresista. Como es posible que no exista diálogo y acuerdo interno en un asunto especialmente sensible. Como es posible que Montero y Díaz no hayan encontrado un rato para evitar el fiasco que ha culminado con un espectáculo en el que ambas partes pierden.
En política pocas cosas son inocentes y todo hace sospechar en una lucha interna en la que hay tanta verdad como impostura. Es difícil imaginar que la ministra Montero, que es alguien en el PSOE y en el propio Gobierno, vaya a perder la batalla de gravar el SMI y menos difícil imaginar que pase lo que pase, Yolanda Díaz acabara aviniéndose al acuerdo final que se pueda producir. Tiene razón el Presidente cuando afirma que no hay crisis en el Gobierno. No la hay porque Díaz acabará aceptando lo que ocurra y el Ejecutivo se las arreglará, como otras tantas veces, para salir del atolladero. Saben o intuyen que Yolanda Díaz no tiene más asidero político que su permanencia en el Gobierno. Resultaron enternecedoras las imágenes del Presidente y Díaz haciendo risas y sonrisas en el banco azul como si nada hubiera ocurrido. ¿Impostura?, teatro?. Cualquier cosa menos lealtad y buen hacer.
Los españoles deberíamos tener muy claro que cualquier anuncio del Gobierno, sea por parte de Sumar o del PSOE, hay que ponerlo en cuarentena, exigir la letra pequeña del anuncio en cuestión y dejar pasar un tiempo para saber a ciencia cierta el alcance del anuncio que se haga, porque en casi todo hay truco. En el caso que nos ocupa, además de truco, un cierto afán, poco disimulado por más de un ministro, de hacer que Yolanda Díaz muerda el polvo.