Editorial

Trump desata su particular guerra mundial con los aranceles como arma

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La guerra comercial detonada por el presidente norteamericano Donald Trump ha ido mucho más allá de lo previsible e hizo reaccionar ayer con fuerza a los mercados, que castigaron las bolsas de todo el mundo con especial atención a Wall Street. Los aranceles, que al aplicarse de súbito suponen la mayor subida en más un siglo para la primera economía del mundo, se han convertido en el arma con el que Trump, el histriónico y descerebrado dirigente republicano, declara una forma de guerra mundial de consecuencias impredecibles, pero en todo caso nefastas al entender incluso de los medios económicos más conservadores de los Estados Unidos.

La reacción de la Unión Europea, al igual que del resto de las grandes potencias mundiales, como China, ha sido bidireccional. Por un lado, exigiendo a Trump que regrese a la senda de la cordura y module su política autárquica y medieval. Por otro, advirtiendo de que a la acción habrá una reacción, y a eso sí le temen los inversores, tal y como quedó acreditado ayer en la bolsa norteamericana. El problema ya no es que haya sectores que se vayan a ver afectados -en el caso de la provincia burgalesa, la automoción, el vino o los cosméticos, de forma preeminente-, sino que las políticas exacerbadas de la administración norteamericana desaten una recesión mundial que aborte el periodo de crecimiento sostenido que estaba ayudando a Occidente a superar el lastre de las crisis financiera y sanitaria. El flanco más obvio son las exportaciones, sí, pero el alza de los tipos de interés, ahora en remisión, o la devaluación de divisas también son escenarios posibles a medio plazo.

Tan preocupante como el fondo es la forma. Trump utilizó para anunciar su guerra una jerga tan raquítica y populista que evocó los mejores momentos del nacimiento y auge del fascismo europeo en el siglo XX. Sus alusiones a un supuesto expolio de la patria -que EEUU invoque tal despropósito es particularmente lacerante teniendo en cuenta su recurrente imperialismo económico sobre Europa-, a la «estafa» de la que acusó a la UE y su proclamación del 'día de la liberación' resulta repugnante, pero sobre todo es inquietante, más si se acompaña, como es el caso, de una escenografía propia del nazismo.

El presidente norteamericano no se retrata solo. Deja en el lugar preciso a sus palmeros en Europa y en España. A quienes, como Vox, buscan ahora una salida retórica al apoyo sin fisuras que han mostrado a un dirigente ominoso para la estabilidad mundial y se concentran en atacar a la Unión Europea, la única red de protección de los estados miembros, como España, frente los sañudos ataques de un líder dispuesto a incendiar el mundo.