Antes llovía a cántaros, ahora hay danas. DANA era el acrónimo de "depresión aislada de niveles altos". Retahíla que asociamos con un político que tiene un mal día… que se endereza milagrosamente en un palco viendo fútbol de Champions.
Dana, como palabra, se ha incorporado al Diccionario, avalada desgraciadamente por la catástrofe del pasado octubre. Tragedia de la que ya apenas se habla por influjo de otras riadas mediáticas de las que en breve tampoco se hablará.
Se han añadido otras palabras que, a los que peinamos canas si no directamente acariciamos calvas, nos producen cierta nostalgia, cuando no tinieblas de ignorancia.
Ciertamente, por esa ansia de aparentar conocimiento y joder al personal, antes la gente te destripaba una película o el final de un libro, y acto seguido tú la destripabas en justa correspondencia. Ahora, se hace espóiler, palabra que siempre me ha sonado a espoleta retardada.
Antes, a partir de cierta edad, para salir presentable a la calle y que no nos confundieran en la cena con la bruja de Blancanieves o con Gargamel, te echabas potingues y te hacías un obrón en la cara. Ahora, nos aplicamos como cosmético "sérum" de efecto reparador, revitalizador e hidratante. Bueno, pues vale.
De "esnórquel" mejor ni hablamos, que a mí siempre me ha dado mal rollo que se oficialice una palabra que fomenta que, mientras nadas estilosamente cual Mireia Belmonte en Benidorm, te choques con un ser avieso sacado de un refrito de "Tiburón" y Jason en "Viernes 13".
También incluye el DRAE ese bendito término, impagable aportación a la conciliación familiar, España vaciada y reponedores de alimentos, que unos pocos asimilan con trabajar viendo la NBA, denominado "teletrabajar". Palabro que rumorean las malas lenguas es un artificio de la JCCM, que brilla por su ausencia en la administración regional, para favorecer el éxodo de trabajadores a la Comunidad de Madrid y así ahorrarse nóminas.
Pero claro, para eso habría que tirar de un "desarrollador" que hiciera magia con los "drivers" y lograra implementar un nuevo modelo económico de "escalabilidad". ¿Comprenden? Tranquilos, si les consuela, la mayoría tampoco.
También se embarcan en el Diccionario, la RAE las denomina, no sin guasa, formas complejas del tipo "atención primaria" y "centro de salud"… Los que trabajan allí prefieren hablar más propiamente de complicación que de complejidad, desde la época, que también parece fue hace siglos, de la dichosa pandemia.
Por cierto, que a la persona que tiene o atiende un bar o una cafetería, además de Manolo, Merche o como proceda, pueden llamarle ya "barista" y pedirle un tercio "frappé" en vez de una cerveza muy fría. Otra cosa es que, con muy buen criterio, les eche y no se la sirva.
De la Economía, se nutre el Diccionario con nuevas palabras que ya nos suenan viejunas por perfectamente asentadas en todos los sentidos como "chiringuito financiero" y "lobista". Y algunos modismos que a mí me resultan particularmente irritantes como "zona de confort", sobre todo cuando me invitan a que la abandone.