¿Para que andarse con paños calientes?. Al buen rey don Felipe, su padre, el Emérito, le ha vuelto a hacer sino un roto sí otro descosido. Como si no tuviera bastante con los crecientes enemigos de la Corona. Con los confesos, los separatistas de variados pelajes y las extremas izquierdas de cambiantes caretas; con los achantados, los sanchistas podemizados y encaudillados y con los aquellos otros que abrazan como el oso de Favila y le exigen que haga cosas que de hacerlas se saltaría la Constitución y daría la excusa a quienes lo que persiguen es acabar con su reinado.
Ven en Felipe VI el gran valladar contra sus ansias y ambiciones y el ultimo gran pilar del Estado y del edificio constitucional que quieren hacer volar por lo aires. Se ha ganado su inquina precisamente por ello. Aquel 3 de octubre de 2017, tras el ilegal pero consumado Referéndum secesionista, y después muchos días mas con su mesura, su prudencia y su valentía. Lo volvió a demostrar hace poco una mañana de barro y griterío mientras un bravucón de billares salía con el rabo entre las piernas obteniendo a pulso, y para los restos, el apodo de 'El Galgo de Paiporta'.
El Rey, al contrario, se ha ido ganado la estima del pueblo llano, recuperando grano a grano un prestigio malbaratado al final por su predecesor y concitando cada vez más adhesiones de quienes sin ser de estirpe ni presumir de pedigrí monárquico, le estiman y respetan por lo que vale.
Para ello ha tenido que superar el gran 'siete' que le hizo don Juan Carlos, que en un delirante e insensato tramo final de su mandato dilapidó la eficaz e importante obra de la Transición, que a la postre y cuando llegue el momento de valorarlo en su conjunto, hasta puede que le absuelva de sus yerros. Su imagen y desempeño, en tiempos en lo mas alto de la historia, la despeñó de la peor de las maneras y no le quedó otra, al menos supo hacerlo, que abdicar. Pero su sucesor no lo tuvo nada fácil, ni su familia más directa, con la excepción de su madre, doña Sofía, ha hecho mucho, más bien al contrario, por ayudarle en la tarea.
Con todo, resulta hasta compresible que el Rey Emérito esté más que harto de haberse convertido en el receptor de todas las bofetadas e insultos que cualquier mequetrefe, haciéndose el valentón justiciero y Robin Hood de opereta, se refocila en barbotar desde el Congreso al escenario y siempre buscando una cámara, a sabiendas que el receptor tiene las manos atadas y no puede defenderse. Es entendible que haya dicho y le habrán ademas mal aconsejado que había que decir, «¡hasta aquí hemos llegado y yo aguantado». Y ¡zas!, una querella a Revilla.
Podía y le era exigible el haber medido las consecuencias. Porque ha sido un error de tres bultos: al de las anchoas que traigo, que hasta se puso a hacer pucheros, le viene de perlas para seguir con el show y multiplicarse por todas las teles en plan pobre víctima desvalida y de pueblo, es un boomerang contra él mismo, porque no hará sino volver a revolver todas las mierdas y poner en danza a todas y todos los expendedores del 'manjar' y, lo peor, que quiera o no y por más alejado que esté y se aleje de todos estos cenagales, perjudica a su hijo. Esto no dejará de erosionar lo que tanto esfuerzo y trabajo de cuesta ir levantando al rey Felipe.
Así que antes de hacer lo que ha hecho, podría haber pensado su señor padre el mal que le hacia al hijo y con él a la Corona. Vamos, que ha hecho un tontería que, además de que me parece que no va a llegar a ningún sitio excepto el volver a ponerlo en la diana del pim pam pum que se iba amortiguando poco a poco.
Allá se las componga el padre que mal empleado no está lo que le pasa, pero jode bastante que lo acabe pagando el hijo que no tiene en ello culpa alguna, y nosotros también un algo por la cuenta que nos tiene.