Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Sánchez y el periodismo que se va

24/07/2024

Recuerdo que la muerte hace ya unos meses  del mítico y nonagenario periodista , José María Carrascal,  volvió a poner sobre la mesa la idea de que hay un tipo de periodismo que se va, que muere. Los más pesimistas extienden este hecho al periodismo mismo como oficio y como función social. Me parece mucho más interesante este debate que las supuestas políticas contra la desinformación emprendidas desde instancias gubernamentales. La muerte de Carrascal puso ese debate en antena de nuevo porque era uno de esos periodistas apegados a su columna de opinión, un hombre conservador pero honesto siempre con su punto de vista, invariable, un hombre también liberal que contemplaba con preocupación las múltiples derivas populistas de las sociedades actuales, un periodista, en fin, al que la opinión no le podía caber en un tuit o en X, un periodista que no podía prescindir de sus matices, que siempre requieren una cierta extensión
Coincidí con José María Carrascal es espacios de debate, cuando él ya era mayor. Siempre al terminar, en los corrillos de despedida fuera de cámara,  comentaba algo relacionado con sus andanzas entre Madrid y Nueva York, "voy para allá", "vengo de allí", cosas por  el estilo relacionadas con una vida repartida a partes iguales entre las dos ciudades, o te comentaba algo de su mujer a la que adoraba, una alemana a la que conoció en un vuelo siendo ella azafata y con la que construyó un matrimonio a prueba de  bomba, pero Carrascal siempre te dejaba ese poso de periodista de solera y ese "no sé qué" de las cosas que están terminando. El periodismo que se nos va es el de los enamorados del acontecer que se ve en la calle y se analiza desde la honestidad de un punto de vista. Esto, que parece una verdad de Perogrullo, no es tan fácil de encontrar en este tiempo en que los periodistas prescindimos con frecuencia del contacto directo con la noticia y nos adherimos con demasiada facilidad a los relatos venidos de arriba.
Carrascal, sin renunciar a su ideología, que era más que evidente, colocaba siempre por delante de ella su condición de analista y observador, y por eso siempre era un gusto leerle aunque no se estuviera de acuerdo con su enfoque de las situaciones. Hoy con los periodistas que van por la vida de reputados analistas ocurre lo contrario, les ves antes la intención ideológica que su capacidad de analizar una situación. Representó también José María Carrascal, durante algunos años, la información al final del día, con su punto de sosiego y análisis. Su gran fama realmente viene de aquello años noventa en los que cerraba la programación prime time de Antena 3 con ese informativo en el que además de contar y analizar nos enseñaba en cada jornada una corbata distinta, a cada cual más llamativa. "La única forma que un hombre tiene de ser original es mediante la corbata", decía. Jesús Hermida o Alberto Sotillos también hicieron grandes aquellos informativos de cierre en años similares, pero hoy ninguna cadena apuesta por este tipo de telenoticias, en detrimento, claro, de la calidad y la variedad de la información y también, por supuesto, de la contratación de periodistas, conviene no olvidar, uno de los oficios con  más paro y más precarizados.  De manera que nos estamos quedando con cara de póker ante ese periodismo que se nos va y que posiblemente nunca volverá, inundado como está el panorama de intentos de manosear la labor informativa y tratarnos a los periodistas como suministradores de relatos tal que hamburguesas de consumo rápido.
El periodismo que muere, o que está en peligro de extinción, es el mismo que añoran la personas que están hartas de la actualidad que se nos ofrece ahora, y desconectan, sin más. Es el periodismo que no va a resucitar con planes de regeneración gubernamentales, más bien todo lo contrario. Posiblemente el oficio de periodista tenga una oportunidad en lo local y en los nuevos formatos, a los que la radio se ha adaptado mejor que nadie, pero Pedro Sánchez, por mucho debate que quiera abrir sobre los bulos y la desinformación, al hilo de las investigaciones sobre las actividades de su mujer, Begoña Gómez, no va a contribuir a mejorar la calidad, porque en esas medias, aún por concretar, va implícito un deseo de intervención que perjudica gravemente la salud de la información. En este caso, el remedio es peor que la enfermedad.