La fuente más fiable de nuestro idioma nos dice que «residual» es algo relativo o perteneciente al residuo, y que «residuo» es la «parte o porción que queda de un todo» o el «material que queda como inservible después de haber realizado un trabajo». Todos teníamos en mente, muy clarito, qué significaba «residual» hasta que se metieron la puñetera International Board, Pierluigi Colina y sus secuaces y los árbitros del planeta tierra a enredarlo todo.  
Quitarle la lógica al juego es la nueva moda. Aplicar criterios distintos sobre la misma acción, parte del 'neofútbol' en el que casi tiene más importancia quién maneja el VAR que quién maneja el silbato. La jugada «residual», dicen, es la que queda después de la jugada 'real'. Lo que jamás fue penalti, lo que nunca fue expulsión, ahora es posible que sí, que no, que quizás o todo lo contrario. Vaya usted a saber. Entiendo que viejos árbitros metidos a comentaristas actúan como intérpretes de signos: el aficionado no entiende lo que se pita y ellos (que además rara vez coinciden al 100 por 100 en lo señalado) nos lo aclaran. «Es residual, no debería ser penalti». Residual, demonios: saltas, despejas de cabeza y al caer le pisas a un rival. ¿Cuándo fue eso falta? Jamás. Despejas la pelota lanzándote al suelo y, deslizándote por el césped, te llevas por delante a un rival. ¿Cuándo fue eso falta? Disparas a puerta y tu plancha chocan contra la pierna de un defensor que tenías enfrente. ¿Cuándo fue eso falta? Son accidentes y casualidades que sucedieron sin llamar nuestra atención durante toda la vida hasta que ahora, en el fútbol videoarbitrado, alguien decide cobrarse un protagonismo innecesario con un «vete a verlo, Josemari, que le mete los tacos en la tibia». Policías de la repetición a cámara lenta: el verdadero residuo que el fútbol nunca necesitó.