Javier del Castillo

Javier del Castillo


Bochornoso espectáculo

01/10/2024

Fútbol no siempre es fútbol, por mucho que se insista en la célebre frase del entrenador serbio Vujadin Boskov. Lo ocurrido el domingo en el Civitas Metropolitano me parece la demostración más palpable de que en el deporte rey existen otros ingredientes no precisamente deportivos. 
Pese a la prohibición de fumar en el estadio, unos energúmenos del fondo sur (Frente Atlético) lanzaron sus mecheros al portero del Real Madrid, Thibaut Courtois, en señal de protesta por la celebración que hizo del gol de su compañero Militao. Luego, al ver que el árbitro mandaba a los jugadores al vestuario y suspendía de manera provisional el encuentro, Simeone se acercó a los ultras «ofendidos» pidiéndoles paciencia; que no utilizaran la cabeza sólo para embestir al adversario. «Pensemos, pensemos, que todavía hay partido», repetía el técnico rojiblanco. 
La justificación de la violencia en el fútbol tendría que estar también penalizada. Produce bochorno que el último derbi madrileño haya quedado empañado por unos incidentes extradeportivos sin justificación alguna. Y produce todavía más bochorno que el capitán del equipo rojiblanco, Koke, quiera disculpar a los agresores, como si lo ocurrido fuera una mera travesura infantil. «El Frente Atlético se ha sentido provocado y ha querido defenderse», explicó al finalizar el encuentro.
¿Defenderse de quién? ¿De un jugador que levanta las manos y celebra el gol de un compañero? ¿Qué explicación tiene para Koke acercarse con el resto del equipo a ese fondo sur para aplaudir y agradecer el apoyo de esa panda de indeseables? 
Para erradicar la violencia en los estadios, lo prioritario es impedir la presencia de grupos violentos en sus graderíos. Evitar que actúen en connivencia con el propio equipo. Y, por supuesto, no negociar de forma descarada con un indeseable que lleva el rostro tapado por un pañuelo. 
El fútbol español había conseguido en los últimos años desterrar de los estadios a grupos ultras que confunden la pasión por unos determinados colores con el uso de la fuerza. Gente a la que no le interesa en absoluto la disputa leal y deportiva en el terreno de juego, sino la derrota y la aniquilación del adversario.  La afición atlética – que aplaude los éxitos, pero también los fracasos – no merece ver empañado su prestigio por culpa de una minoría que no piensa, como denunció con sus gestos y sus palabras El Cholo Simeone.
Al Real Madrid y al Barcelona les costó dios y ayuda echar de sus estadios a los grupos más radicales. El Atlético de Madrid había dado pasos adelante en el mismo sentido, pero no acaba de desprenderse de esta rémora intolerable. El Atleti de Miguel Ángel Gil Marín y Enrique Cerezo será sancionado con el cierre de la grada desde donde se lanzaron objetos contra Courtois. La multa – que la habrá – y el bochorno – que lo hay – los pagarán sus dirigentes, pero con el dinero del abono de los aficionados. 
Cuando no se actúa de forma preventiva, suelen ocurrir estas desgracias. Están a tiempo de arreglarlo, con decisión y sin excusas absurdas. En medio de la multitud es fácil esconderse, pero no olvidemos que existen cámaras en el estadio. 
No. No es imposible detectar a esta lacra de violentos indeseables. El problema es cuando se establece con ellos ciertas complicidades.