Javier del Castillo

Javier del Castillo


El cenagal

15/10/2024

El PP se querella contra el PSOE por financiación ilegal, prevaricación y cohecho. Lo mismo que hicieron en su día con ellos sus adversarios. Un socio de Víctor de Aldama, intermediario en la trama Koldo, confiesa haber llevado 90.000 euros en bolsas a la sede de Ferraz. La joven Jésica viajaba, previo pago, y vivía sin pagar alquiler, gracias a su relación con José Luis Ábalos. Podría llenar esta columna de titulares sobre la corrupción que atenaza en estos momentos al presidente del Gobierno, pero vayamos por partes. 
En medio de este cenagal que monopoliza la vida política española, todas las miradas están puestas en el que fuera número dos del partido y ministro de Transportes, José Luis Ábalos. El exministro es, en estos momentos, una bomba de relojería. El pago por los servicios prestados a Jésica no pasa de ser una anécdota, si lo comparamos con los millones de euros que se repartieron los implicados en las distintas tramas de corrupción generadas en el entorno del socialista valenciano. El todavía diputado – aunque desterrado ya del Grupo Socialista – vale mucho más por lo que calla que por lo que habla en tertulias y entrevistas a las que concurre dispuesto a defenderse dando la cara.
La bola sigue creciendo y los ministros y ministras de Pedro Sánchez dedican ya más tiempo a defenderlo, con el argumentario que reciben de Moncloa, que a solucionar asuntos de su competencia, quizá de mayor importancia. Lo mismo que ocurrió con anteriores presidentes de gobierno, aquí no se duda ya tanto de la honradez del jefe, sino de su falta de diligencia y control sobre el entorno corrupto que le rodea. 
Como me decía el otro día un veterano periodista, «el jefe tiene que garantizar también la honradez de su equipo». En definitiva, aplicar la misma vara de medir que él mismo aplicó con Rajoy en la moción de censura de 2018, o el PP en la reprobación de González durante su última etapa de gobierno.
Los imputados por corrupción no son unos desconocidos para Sánchez. Los ha tenido – y algunos todavía los sigue teniendo – muy cerca. Aunque la hemeroteca esté plagada de testimonios que ponen en evidencia sus infinitas mentiras y contradicciones, conviene recordarle que llegó a Moncloa gracias a los casos de corrupción del adversario. El viaje de Delcy y sus maletas, los negocios de Ábalos, Koldo y Aldama, la actividad académica de su esposa Begoña o los conciertos de su hermano David en Badajoz ponen a Sánchez en una difícil tesitura. En el dime de qué presumes y te diré de qué careces. 
Es una broma de mal gusto, en medio de los escándalos que salpican al presidente, intentar sacar pecho y abanderar propuestas de regeneración democrática que no te aplicas ni a ti mismo. Tan preocupado debe estar Sánchez por cómo lo recordará la historia, que ni se ha dado cuenta de su tremenda impostura.
Como denunciaba 'The Economist' hace unas semanas, Sánchez empieza a ser un peligro porque se aferra al poder a costa de la democracia. Este diagnóstico no lo daba ningún 'pseudomedio' financiado por la extrema derecha, ni ningún 'tabloide digital' movido por la maquinaria del fango. Lo decía un periódico inglés de reconocido prestigio e influencia internacional.
Sánchez disimula, como si no conociera de nada a Ábalos, pero su tiempo se acaba.