Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Mi señor

24/06/2024

Esta expresión se convirtió en la Edad Media en un alegato constante del pueblo, que era la mayor parte de la sociedad del mundo, al señor, marqués, duque o rey, y que adueñados del poder, eran los que adineraban pudiendo mandar y mandar adinerando.
Mi Señor tiene, sin duda, una acepción especial cuando hay servicio por necesidad o servicio por deseo; ¡qué bonita palabra esa de deseo! Me alegra y mucho tener Señor cuando dispone con criterio, acepta la cordura y siente el consenso; entonces sí qué es «Mi Señor o Señora».
Ahora, bien, se lleva y mucho esos Señores de 'pacotilla', que se creen dioses o bien, jueces para decidir sobre los demás, cuando deberían ser jueces de ellos mismos, sobre todo, porque tienen la poca dignidad de creer que son lo que nunca son y pueden lo que nunca deben. Entonces, la política les hace adueñarse del principio que hizo de Lord Bayron, un individuo sin alma, y los purifica para creer en lo que hacen sin hacer. Pero no son los más peligrosos, porque los políticos cuando son leales a su pensamiento, son 'gente de bien', se esfuerzan por hacer una sociedad mejor y provocan sinergias entre sí y con los demás. Me preocupan los que no siendo políticos, porque nadie los votó, se creen capaces de hacer y deshacer historia y política; adueñarse del principio de soberanía, esa que tiene el prócer y no el ruin; y mantener alta su hombría cuando carecen de esa 'h' que les haría humanos y no culandros de granja. Y luego vendrá el sabiondo de turno y dirá que ese vocablo de culandro no tiene definición académica y sin embargo, la tiene y sobre todo, la contiene, porque el bien estará siempre en quién trabaja para su sociedad, para su ciudad y para su gente, aunque se equivoque, y no el que no haciendo apenas nada, saca la lengua bífida a pasear porque se aburre, o por su necedad –esa que le hace ser especial- y que rebusca en las sociedades de la modernidad.
Me gusta la gente que trabaja, se responsabiliza y lucha por ser él o porque siendo uno más, ayuda a los demás; y desde luego, cuando siendo humano tropieza, se levanta, sigue, vuelve a crecer, se tambalea, y desde su humilde silla de aneas, sigue estando ahí, al lado del que siente su ciudad, su gente, su progreso, su caminar y su sentido de la decencia –dignidad incluida-, sin más que cumplir como le dicta su conciencia.
Mi Señor es y será el guión que dirija el camino, siempre que te guíe un sencillo verbo: amar y una humilde razón: creer. Si amas y crees nunca podrán hacerte el daño que buscan.

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