Amedrentar es la palabra. Me refiero al plan aprobado por el Consejo de Ministros en el que bajo el enunciado de un "Plan de Acción por la Democracia" se contemplan diversas medidas encaminadas a intimidar a los medios de comunicación críticos o que publican noticias sobre determinados casos de corrupción. Es una iniciativa que se aleja de las directrices europeas en materia de fortalecimiento de la democracia. Pero es un aviso a navegantes. Sobre todo a aquellos medios que vienen publicando diversas informaciones relacionadas con casos de presunta corrupción que afectan al PSOE. Sobre manera la situación judicial que afecta a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno.
Dadas las pretensiones del anunciado plan, y visto que para su aplicación sería obligado modificar varias leyes, es probable que la cosa no salga adelante porque el bloque gubernamental ya no tiene asegurada la mayoría del Congreso. Algunos de sus antiguos socios (Podemos) querrían ir más allá -directamente a implantar la censura-, el PNV no está por la labor, y otros (Junts) como hemos visto esta misma semana votando en contra de la Ley de Vivienda, están pasando factura por haber dejado colgado a Puigdemont. Podría, pues, quedarse sin más en un redoble de tambor, pero permanecería como síntoma de la obsesión de Sánchez con los medios que no son afines.
En un Estado democrático las leyes penales y civiles- leyes ordinarias- son suficientes para regular el derecho a la información y la libertad de prensa. Tenemos un Código Penal para tratar la difamación. Es suficiente. Por lo demás, ningún gobierno es creíble cuando proclama su intención de proteger la verdad. Y menos el que preside Pedro Sánchez que se ha caracterizado por constantes intentos de ocultación y manipulación. Todavía no sabemos qué le hizo cambiar a favor de Marruecos la posición española sobre el Sáhara ni, por hablar de un asunto reciente, el contenido real del pacto con ERC para conceder un cupo fiscal a Cataluña. El mencionado plan quedará en nada pero habrá sembrado una semilla tóxica: la que invita a la autocensura sobre noticias que puedan incomodar al "gran jefe".