Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Recreación histórica

28/10/2024

Si está leyendo este artículo es porque posiblemente acudió a las jornadas de recreación histórica celebradas en Toledo el pasado fin de semana entre Zocodover y el castillo de San Servando. Y si no lo ha hecho le recomiendo que, cuando haya otra aquí o en otro lugar, no se lo pierda.
En tiempos de tanto decorado físico y mental de cartón piedra impostado, de tanta simulación y virtualidad huera e indocumentada, es gratificante ver a gente que hace las cosas con tanto cariño, profesionalidad y de manera tan desinteresada.
Gente que viene de Albacete, Madrid, Villena, Toledo, Zaragoza, Cuenca, León, Ciudad Real, que se han empapado de libros, escritos, pergaminos, documentales… sacando tiempo de donde no lo hay, sacrificando horas de sueño, para compartir su pasión por la Historia rigurosa para transmitírnosla de una manera amable, virtuosa, amena y didáctica.
Gente que nos explica cómo se acuña una moneda de Alfonso VIII. Que nos da una lección de esgrima que haría enrojecer a cualquier guionista de Hollywood. Que nos explica la santísima trinidad que debe congregarse en una buena espada: equilibrio, flexibilidad y ligereza. Que te fabrica un ajedrez tallado en madera en el que cada pieza tiene una historia y una intrahistoria a cada cual más hermosa.
Un lugar en el que te explican y ves con tus propios ojos cómo se vestía en la Edad Media. Porqué todo el mundo iba cubierto. El quid de los calzones, de las calzas, del cinturón de cuero que cuelga. La razón por la que etimológicamente mandamos y nos siguen mandando a tomar por culo…
Mención aparte merecen los grabados y las iluminaciones de libros y códices. Auténticas obras maestras hechas a mano, tras años de investigación, en pergamino, piel de vacuno… y que dejan boquiabierto a cualquiera con un mínimo de sensibilidad bibliográfica y de respeto y admiración por el trabajo artesano bien hecho, tan infravalorado en esta época de frustrante inmediatez.
Un paseo medieval, en el que aprenderá a distinguir y valorar una espada de mano, de mano y media, y la pericia que exige su manejo. Un mundo en el que la destreza marcará tu suerte o fatalidad en un margen de no más de ocho centímetros de espacio y una décima de segundo de tiempo… siempre y cuando una maza, hacha o daga no haya hecho ya su trabajo.
Una época fascinante en la que contemplará cómo se arma a un caballero. Su liturgia, a través de las siete partidas de Alfonso X. El honor y el peso (moral y físico) que acarrea y los valores y la responsabilidad que conlleva.
Si quieren saber de dónde venimos y quieren que los chavales se queden boquiabiertos aprendiendo Historia, sin necesidad de atarles a una silla para leerles un libro mientras maquinan cómo recuperar el móvil confiscado, les recomiendo que vayan a estos eventos. Uno sale con una sonrisa, aprendido y con ganas de más. Si de mí dependiera estos tipos serían contenido docente obligatorio en las escuelas.