La Unión Europea se niega a realizar un mínimo ejercicio de autocrítica sobre el Brexit. Los insultos a sus partidarios demuestran miopía política y el rechazo comunitario no hace más que crecer. Tampoco andan muy finos los demócratas atacando a Trump para hundir al partido republicano- porque las imágenes del Capitolio fueron un aviso de una fractura social real.
Los políticos profesionales occidentales llevan varias décadas atacando los cimientos de las instituciones democráticas que han aportado un nivel de prosperidad desconocido. Como casi en cualquier ámbito de la vida, los antiguos griegos advertían con solemnidad del daño de los demagogos en una democracia. Es peligroso decirle al pueblo lo que quiere oír (más bien, lo que pensamos que quiere) pero es todavía peor cuando excitamos sus pasiones para obtener un rédito electoral. Una vez se acude a dicho recurso, el golpe es severo.
El poder no es un fin en sí mismo, sino un instrumento. Los políticos son servidores públicos y deben tener como razón de ser mejorar a su sociedad, no beneficiarse de ella. Los votantes deberían ser cuidadosos con los mensajes que reciben.
Basta con observar el mapa europeo para comprobar que los partidos tradicionales están en retirada y es dudoso que los nuevos protagonistas tengan la fortaleza moral para defender el consenso. No voy a analizar el por qué, pero Occidente envejece a un ritmo inaudito. Inevitablemente esto va a provocar una crisis en el modelo de bienestar que conocemos, en la estructura de Estado que nos podemos permitir y una parálisis del crecimiento económico. Hasta la fecha hemos intentado mitigar el impacto con una inmigración masiva que provoca un rechazo creciente en la población autóctona. Algún despistado cree que es fruto de la ignorancia del votante o la queja del fracasado, es un error mayúsculo pensar que no pueda ser una posición política legítima.
Esta resistencia al cambio demográfico es entendible pero Japón y Corea del Sur tendrán que reflexionar con calma si la cohesión social compensa ser un pigmeo poblacional y en declive.
La Unión Europea consiguió frenar la sucesión de guerras en el continente con la ayuda de Estados Unidos. La invasión de Ucrania requiere una respuesta contundente y decidida que demuestre a cualquier agresor que esa línea roja es inaceptable. También le vendría bien a la UE asumir que la imposición ideológica o el Estado de Bienestar ha llegado a su fin.