Pedro Sánchez me recuerda al soldado que lleva el paso cambiado en el desfile, pero persiste en el error, convencido de que son los demás quienes han colocado el pie derecho antes que el izquierdo. Le da lo mismo que a la mayoría de los militantes socialistas no les haga ninguna gracia que su secretario general y candidato a la investidura – el fracaso de Feijóo está más que cantado – consiga su objetivo concediendo una amnistía a Puigdemont.
Es posible que a la amnistía le cambien el nombre, pero la realidad es la que es. Y el simple hecho de que un prófugo de la justicia se vaya de rositas, sin ser extraditado, detenido y juzgado, no tiene ni medio pase.
La gran mayoría de los españoles, según las encuestas, considera una traición a la voluntad manifestada en las urnas que el futuro de España quede en manos de quienes pretenden acabar con ella. Pero, vamos a seguir con el paso cambiado.
Los jueces y fiscales observan con estupor que sus sentencias, dictadas de acuerdo a la legislación vigente y en un Estado democrático, puedan ser anuladas y dejar de imponerse a quienes se pasaron por el arco del triunfo la Constitución y atentaron contra la unidad de España.
A los ciudadanos que vivimos fuera de Cataluña, qué quieren que les diga, nos parece impresentable que por un puñado de votos esa comunidad autónoma reciba miles de millones de euros de los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, dinero detraído de nuestros impuestos. A los habitantes de Castilla-La Mancha, por ejemplo, será difícil convencernos de que somos ejemplares porque nuestro sacrificio impositivo contribuye a recuperar la convivencia y la concordia en la sociedad catalana.
Cualquier demócrata – Felipe González, Alfonso Guerra, Emiliano García Page o Nicolás Redondo Terreros, entre ellos – tiene el derecho a discrepar y a rebelarse contra lo que considera una injusticia, por no decir una anomalía democrática. Conceder el perdón y aplicar una medida de gracia - en definitiva, una amnistía -, sin el propósito de enmienda de los agraciados, sino anunciando la convocatoria de un nuevo referéndum unilateral de independencia, sólo puede hacerlo un ególatra sin escrúpulos como es Sánchez.
Todavía no sabemos lo que ocurrirá en los próximos días y semanas, pero sí les aseguro una cosa: poner la gobernabilidad de España en manos de Puigdemont, Junqueras, Otegi y el PNV entraña un riesgo evidente.
Un peligro, por mucho que intenten vendernos el relato de un 'gobierno progresista', arropado – eso sí - por una derecha burguesa y nacionalista.