Rabat, 1 y 2 de febrero. Ese es el lugar y la fecha de la reunión de alto nivel que celebrarán España y Marruecos este 2023 tras siete años aplazada. Una cita, en la que está previsto que participen una decena de ministros de ambos Gobiernos junto a sus titulares, Pedro Sánchez y Aziz Ajanuch, que desde la Moncloa ensalzan como crucial en la nueva etapa de relaciones bilaterales con la nación vecina.
Sin embargo, el encuentro, más que alabanzas por su trascendencia, no ha hecho sino suscitar preguntas tanto por parte de la oposición como de los socios del bloque de investidura, además de abrir una nueva brecha en el Gabinete de coalición por el manifiesto rechazo de Unidas Podemos al giro español en el conflicto del Sáhara.
Por si fuera poco, el cónclave tendrá lugar en medio de un ambiente enrarecido con Catar y el reino alauita por parte de Bruselas. Esta misma semana, el Parlamento Europeo canceló o pospuso todos los viajes que tenía en los primeros seis meses del año a ambos territorios a raíz del escándalo de sobornos que ha afectado a la institución, conocido como Catargate.
Y esto después de que los socialistas españoles votaran en la Cámara comunitaria, junto a la extrema derecha francesa, en contra de una resolución pidiendo la puesta en libertad de tres periodistas influyentes marroquíes y del líder de la revuelta del Rif. Fuentes cercanas a los europarlamentarios socialistas afirman que fue una orden directa de Sánchez, para no poner en peligro la cumbre.
No le fue fácil al líder del PSOE volver a incluir en la agenda del Ejecutivo alauita esta iniciativa. El paso definitivo para lograrlo llegó con la carta que remitió al rey Mohamed VI, en la que le expresaba su apoyo al denominado plan de autonomía para el Sáhara Occidental. Este movimiento supuso de facto que España abandonaba su posición de neutralidad activa en el marco de la ONU y se situaba, por primera vez y de manera oficial, a favor de una de las partes en el conflicto: Marruecos.
El inesperado giro de Sánchez provocó las críticas de prácticamente todos los actores políticos, sus socios y la oposición, y dejó muy tocadas las relaciones con Argelia, que suspendió el acuerdo de amistad que mantenía con España desde hacía dos décadas.
El Ejecutivo de coalición tuvo, además, su propio conflicto, e incluso se puso sobre la mesa la posibilidad de la ruptura. Unidas Podemos criticó la decisión por motivos relacionados con el fondo y las formas. Respecto al fondo, el espacio confederal, con la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Yolanda Díaz, a la cabeza, defendió que el derecho de autodeterminación del pueblo saharui es absolutamente contrario a la opción de «autonomía» que propone Rabat. En cuanto a las formas, denunciaron que el giro de Sánchez fue «unilateral e incoherente» y gestado «en la opacidad».
A la cita de febrero, Díaz ya ha confirmado su ausencia. Tampoco irá la líder de los morados, Ione Belarra, la ministra de Igualdad, Irene Montero, y el de Consumo, Alberto Garzón. Esto a falta solo unos meses de las elecciones del 28-M.
Sin explicaciones
La cumbre suscita, además, recelos en cuanto a su contenido. El Congreso rechazó que el titular de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, compareciera en la Cámara para informar al respecto, tal y como habían reclamado el PP y algunos de los socios parlamentarios del Gobierno (ERC, Bildu, PNV, Compromís), también junto a Podemos.
Así, lo que se sabe de la cita hasta ahora es lo que ha revelado el propio Albares: que es un encuentro en el que se prevé firmar «un buen número de acuerdos» y que supondrá «un cumplimiento más» de la hoja de ruta de la nueva etapa que España y Marruecos acordaron y que quedó reflejada en el documento fechado el 7 de abril de 2022 que firmaron Sánchez y Mohamed VI en Rabat.
Según Albares, este acercamiento ha dado lugar a «una relación estrecha, importante y sólida», que se ha reforzado desde el punto de vista económico y se ha visto reflejada también en la cooperación migratoria, que ha supuesto la caída de los flujos en un 26 por ciento.
La reunión no se celebra desde 2015, cuando era presidente Mariano Rajoy, mientras que lo habitual es que tenga lugar anual o bianualmente. De hecho, estuvo programada en dos ocasiones, una en el 2020 y otra en el 2021, pero ambas fueron suspendidas por Rabat. El deterioro de las relaciones fue en aumento desde el inicio del mandato de Sánchez, cuando hizo su primer viaje oficia a Portugal y no a Marruecos, como venía siendo una tradición histórica. A partir de ahí, la diplomacia se fue enquistando por distintos sucesos, que acabaron con la retirada del embajador marroquí en España y el español en Marruecos.
La ruptura llegó tras la decisión de acoger en Logroño al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para ser atendido en un hospital, aquejado de coronavirus. Fue la gota que colmó el vaso del Gobierno alauita, que consideró el hecho como una agresión a su país y un acto de enemistad. Meses después, el conflicto alcanzó su cenit con el intento masivo de entrada de inmigrantes ilegales por la frontera de Ceuta y Melilla.