Javier del Castillo

Javier del Castillo


El enemigo en casa

19/12/2023

Influido por tantos cambios de opinión y tantas mentiras, Pedro Sánchez confunde a los buenos con los malos, a los amigos con los enemigos. En este totum revolutum, a la hora de hacerse una composición de lugar, no acaba de asimilar que los enemigos, al menos de la España democrática que nos acompaña desde la proclamación de la Constitución en 1978, son quienes quieren romperla y no aquellos que denuncian las tropelías de quien gobierna.
Aunque para Sánchez y para algunos de sus más «finos estadistas», como Óscar Puente y Patxi López – lendakari con los votos del PP -, Bildu sea una organización política progresista y Puigdemont un demócrata convencido, el pasado reciente de ambos los delata. 
A nadie se le oculta que Otegi y sus correligionarios han trabajado directa o indirectamente para la banda terrorista ETA. Y en su hoja de servicios aparecen condenas por delitos de terrorismo y proclamas en las que dejan claro su compromiso con la independencia del País Vasco – a ser posible incorporando a Navarra –, así como su rechazo al actual sistema democrático. 
Pero, no importa. Ellos son los buenos y el Partido Popular los malos, malísimos. A Otegui se le puede perdonar su pasado terrorista, pero a Núñez Fijóo hay que llamarle reaccionario y fascista porque no facilita la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y porque pone palos en la rueda a este gobierno «progresista», apuntalado por los herederos de ETA, y por independentistas de derechas, obsesionados en dividir un poco más a la sociedad catalana.
Para nadie es un secreto que Puigdemont mantuvo a España en vilo en otoño de 2017, atentando contra la Constitución y nuestro Estado de derecho. Tampoco son un secreto sus amenazas y sus humillaciones a quienes le van a permitir regresar, aclamado por los suyos, a la plaza de Sant Jaume.  
Es evidente que Otegi y Puigdemont, afortunadamente, no representan a la mayoría de los españoles. También está meridianamente claro que los valores progresistas de la izquierda, que insistentemente pregonan los palmeros de Sánchez, son muy distintos a los que defienden los herederos de ETA y los seguidores de un independentista xenófobo – «odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros» – y cobarde – «pusilánime, sin valor ni espíritu para afrontar situaciones peligrosas o arriesgadas» -. 
¿Dónde están los grandes valores de esa izquierda que defendía la igualdad entre los españoles y que luchaba contra los privilegios de las minorías acaudaladas y los nacionalismos excluyentes?
Aunque parezca que ya todo vale, algún día Sánchez tendrá que explicar a los ciudadanos de buena voluntad – que se note que estamos en Navidades – por qué elige como amigos a los enemigos de España y declara la guerra a un partido político que defiende la Constitución y que le ganó las elecciones generales. El PP, aunque no le guste al presidente, está en su perfecto derecho de pedir explicaciones al Gobierno y de manifestarse contra todo lo que le parezca denunciable.
Sánchez, acostumbrado a los aplausos interesados, ha convertido al PP en un enemigo irreconciliable.