Historia viva del Congreso

Antonio Herraiz
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Ha trabajado 34 años en la Cámara Baja y vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Estos días acumula multitud de halagos: «Una de esas personas que hacen del Congreso un lugar más amable y humano», ha escrito Yolanda Díaz

Historia viva del Congreso

Se ha jubilado Miguel Herraiz (Zaorejas, 1953) y en su particular disco duro se lleva 34 años de la historia del Congreso de los Diputados. Parte de esa memoria es publicable y otra se la reserva como un secreto de confesión sin darle más importancia. «Aunque los políticos se protegen mucho, se termina conociendo casi todo. Siempre hay alguna confidencia que te guardas y que jamás vas a difundir. Poco más». Conclusión: vale más por lo que calla que por lo que cuenta. 

Cuando Miguel entró en el Congreso conocía el nombre y apellidos de todos los representantes de la Cámara, incluida la circunscripción por la que habían resultado elegidos e incluso la profesión que desempeñaban. Por aquel entonces aún no había teléfonos móviles y entre los cometidos del cuerpo de ujieres estaba el de recoger las llamadas que llegaban para los diputados. Realizaban una transcripción exacta del mensaje, buscaban al parlamentario de turno y se la entregaban. Es aquí donde se destapaban determinadas intimidades. «Eran llamadas de todo tipo. Desde una comunicación política de parte del presidente del Gobierno hasta un recado de la prima de Valladolid». Y es en esas notificaciones donde se acumulan las anécdotas. Herraiz me lleva a la IV Legislatura, la de su estreno, con Felipe González en Moncloa y Félix Pons de presidente del Congreso. Un diputado por Toledo -que luego fue alcalde de Talavera de la Reina- se confundió en una votación sobre el presupuesto de la Casa del Rey. «Dos de sus compañeros de bancada, del mismo partido, me llamaron para que le entregara una nota. El mensaje era directo: «Fulanito, le llaman de Zarzuela». Cuando lo leyó, le cambió la cara. Al final, descubrió a los autores riéndose. Se dio la vuelta y les lanzó un «sois unos cabronazos». Muy serio, eso sí». También me cuenta la insistencia del marido de una diputada que ocupó escaño en el Congreso durante 10 legislaturas y que fue alcaldesa de una capital andaluza. Después de una discusión conyugal, quería solucionarlo con un ramo de flores y pretendía que se lo entregaran en el mismo hemiciclo. «Mientras alguna compañera le alababa el gusto al marido de la diputada, a ella no le gustó mucho el detalle: «menudo gilipollas», susurró por lo bajini». 

No le faltan tampoco anécdotas en primera persona que alguna vez ha pensado publicar en una especie de cuaderno de notas. En un lugar destacado, colocaría lo que le ocurrió un Día de los Santos Inocentes. «Fue durante el cambio de agua al orador de la tribuna. Cuando retiré el vaso, me crucé en las escaleras con Francisco Álvarez Cascos, que tenía fama de duro y el gesto un tanto adusto. No sé lo que ocurrió, pero terminé echándole el vaso de agua en un traje precioso de alpaca. No sabía dónde meterme. Él me dijo «no se preocupe usted» y le di una servilleta de papel. Menos mal que era agua, si llega a ser tinta igual no es tan simpático. Son gajes del oficio». 

Miguel Herraiz se incorporó al cuerpo de ujieres de las Cortes Generales un tanto por casualidad. Había estudiado Filología Románica y Psicología y ya era funcionario del Insalud. «Trabajé en el ambulatorio de El Val, en Alcalá de Henares, y cuando estaba en el hospital Clínica del Trabajo, en la calle Reina Victoria de Madrid, vi un anuncio para opositar al cuerpo de ujieres. Firmé la solicitud el último día y cómo sería mi escasa convicción que el domingo del examen, que hacía un día de perros, me di la vuelta. Al final terminé yendo a la prueba». Obtuvo el número uno de esa promoción. «Es una oposición muy dura, con unos test psicotécnicos complicados. Entonces me facilitó el resultado mi formación de psicólogo. He visto los exámenes que han realizado recientemente y sería incapaz de aprobarlos». 

Tras conocerse su jubilación, le han llegado elogios desde todos los partidos políticos a través de mensajes publicados en las redes sociales, a los que ha sumado las felicitaciones particulares. «Uno de los fundamentales del Congreso, que ha hecho del parlamento un lugar mejor». «Ejemplar funcionario del cuerpo de ujieres». «Historia viva del Congreso». «Referente en el cuerpo de ujieres». «Una de esas personas que hacen del Congreso un lugar más amable y humano». Y así todo un chorreo de piropos al hilo de la despedida que le brindó la presidenta de la Cámara, Francina Armengol: «Una vida entera dedicada al servicio público. Décadas de un trabajo invisible, pero que le da cuerda a la institución, posibilita la actividad parlamentaria y facilita la tarea de diputados y diputadas». Halagos merecidos y sin exageraciones a los que hay que añadir su amor por la tierra en la que nació. Los que han compartido estos años con Miguel en la Cámara saben que no pierde la oportunidad para presumir de Zaorejas y del Alto Tajo erigiéndose también como el gran embajador parlamentario de estas tierras de Guadalajara.