Un llanto unánime

Agencias-SPC
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Católicos de todo el mundo despiden al Obispo de Roma con vigilias, ofrendas y distintas muestras de dolor por quien siempre se preocupó por los desfavorecidos

Miles de personas se congregaron en el Vaticano para recordar al Papa y algunas no pudieron contener las lágrimas - Foto: Reuters

De la algarabía de la Pascua al silencio de un lunes que ya es parte de la Historia. Un silencio que solo rompió el lento tañido de las campanas con su toque de luto, recorriendo ayer las ermitas, iglesias, basílicas y catedrales de todo el mundo para anunciar públicamente el fallecimiento del Papa Francisco y expresar así la tristeza de la comunidad católica, formada por más de 1.400 millones de fieles. El punto neurálgico del dolor se situó en el Vaticano, donde los turistas y peregrinos aún comentaban la última aparición de Francisco apenas 24 horas antes de conocerse su muerte. Fue en el día más importante del calendario católico, el Domingo de Resurrección, cuando recorrió la Plaza de San Pedro en su Papamóvil tras la tradicional bendición Urbi et orbi (a la ciudad y al mundo).

En el Lunes de Pascua, cientos de personas volvieron a ese lugar, pero no para celebrar, sino para recordar al jesuita y para rezar por él en un multitudinario rosario que estuvo dirigido por el cardenal italiano Mauro Gambetti. Las lágrimas de los fieles contrastaban con el colorido de las flores que permanecían aún en el altar habilitado frente a la puerta de la Basílica de Dan Pedro para la Eucaristía del domingo. Al fondo de la plaza, decenas de televisiones convertían el lugar en un gran plató para contar todas las noticias relacionadas con la muerte del Sumo Pontífice. Simultáneamente, a las 19,00 horas, se celebró una misa en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, presidida por el cardenal vicario de la ciudad eterna, Baldo Reina. 

Y del Vaticano a Buenos Aires, el otro punto donde el dolor se hacía aún más presente que en cualquier otra ciudad católica del mundo con decenas de feligreses congregados en la catedral de la capital para asistir a una misa en memoria del Santo Padre. Los alrededores de la Plaza de Mayo, donde está este templo en el que Bergoglio fue obispo durante 15 años, eran un caos de bocinas y silbatos de agentes de tránsito, debido al constante movimiento de personas que se apresuraban hacia las puertas de la iglesia.

«Se fue uno de los nuestros». Con lamentos como este, Flores, un barrio de clase trabajadora de la capital argentina, despidió a Jorge Mario Bergoglio, el más ilustre y querido de sus vecinos entre una amalgama de tristeza y gratitud. Este distrito que vio nacer y crecer al máximo Pontífice lo recuerda como un «cura de barrio», que de niño jugó en sus calles, compartió la vida cotidiana de familias nacidas de la migración española e italiana y sirvió en los sectores más pobres de la barriada cuando comenzó su labor pastoral. 

Más allá de las reacciones de mandatarios internacionales, de figuras religiosas de todas las confesiones, e, incluso, de artistas y deportistas, miles de personas anónimas quisieron mostrar su dolor por la pérdida del Papa a través de ofrendas, altares improvisados y rezos multitudinarios que se repitieron por todo el mundo. 

De Filipinas a México, en La Habana y en Jerusalén, con acento de Río de Janeiro, pero también de París, muchos de esos católicos agradecieron en sus mensajes de condolencia la preocupación de Francisco por los pobres y por los más desfavorecidos.