Jubilarse del trabajo pero no de la actividad

SPC
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El 20 por ciento de la población española tiene más de 65 años y, mientras la esperanza y calidad de vida han aumentado notablemente, surge el reto de dotar de sentido a ese tiempo

Jubilarse del trabajo pero no de la actividad - Foto: Imagen de freepik

Vivir cada vez más y mejor. Este deseo ya es una realidad, como también lo es el reto que se plantea ante el aumento de la esperanza y la calidad de vida con respecto a las generaciones anteriores, que pasa por dotar de sentido a ese tiempo. Sería algo así como inventar una nueva tercera edad, con la premisa de que no es solo una etapa de descanso, sino también una oportunidad para el desarrollo personal y la contribución al bien común. 

Hace medio siglo, la vejez era la parte final de la vida y tenía poco valor ya que, cuando la gente dejaba de trabajar, llegaba en condiciones de salud muy limitadas. A la misma edad, hoy somos más jóvenes, tanto en el aspecto cognitivo como en el físico y en el social, y así lo avala la literatura científica, según afirma el gerontólogo y director del programa de personas mayores de la Fundación LaCaixa, Javier Yanguas, que cita un estudio de la Universidad de Chicago que «hace ya unos años señalaba que los 70 de ahora son los 62 de hace 30 años en términos cognitivos, y eso es una buena noticia». 

«Vivimos el doble de tiempo que nuestros abuelos o bisabuelos y yo siento que tenemos la obligación moral, personal y ética de buscar una vida con sentido y propósito», afirma el experto, para quien esta se asocia al desarrollo personal, la autonomía, y la contribución a los demás y a la sociedad».

Para evitar suspicacias, Yanguas aclara que no está en contra del disfrute ni del descanso, pero considera que «tener una vejez buena exige implicarte, comprometerte, al igual que las relaciones robustas exigen compromiso y perseverancia». Por ello, cree que el reto pasa por jubilarse del trabajo pero no de la vida, lo que requiere «tomaruna dirección u orientación acorde con nuestros valores, que nos permita desarrollarnos, siendo también conscientes de la vulnerabilidad, de la enfermedad, de que se trata del final de la vida y de que siempre estamos -como afirmaba Albert Einstein- para los demás».

Hoy en día, las personas mayores representan el 20 por ciento de la población española, lo que da muestra del envejecimiento de una sociedad que, a su juicio, «no puede salir adelante sin que las personas mayores entendamos que hay que colaborar», por lo que afirma que es preciso ser capaces de recuperar la idea del legado y la mirada intergeneracional, así como de impulsar el talento sénior y la participación de los mayores.

Menos convivencia

Sobre el concepto de alianza entre generaciones, Yanguas explica que cada vez hay una mayor lejanía porque hay menos convivencia, «menos roce», y de la misma manera que las familias han cambiado, también lo han hecho las relaciones en general, «que ahora son más frágiles».

El experto recuerda que el filósofo Zygmunt Bauman pone el ejemplo del café instantáneo: le echas agua caliente, un sobrecito, azúcar, lo revuelves y te lo tomas. Pero es un sucedáneo, el café de verdad es otra cosa. «Y las relaciones también son otra cosa, por lo que para rearmar esa cercanía necesitamos lugares de encuentro desde el reconocimiento mutuo de capacidades y vulnerabilidades». 

Y es que, tal y como apunta Yanguas, «la vejez es una época en la que hay vulnerabilidad, pérdidas de roles (la transición a la jubilación), pero también pérdidas de personas o de lo que sustentaba nuestro proyecto vital», por lo que «los apoyos y el acompañamiento» resultan fundamentales ya que «envejecer implica adaptación y renuncias, y a veces esto es muy difícil».