Así fue el traslado de la Biblioteca: de palacio a palacio

Inmaculada López Martínez
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El 10 de julio de 2004, los últimos 1.001 libros del centro que custodiaba el Infantado fueron transportados mano a mano hasta Dávalos a través de una gran cadena humana

El Palacio del Infantado acogió la Biblioteca Pública de Guadalajara durante 32 años. - Foto: Javier Pozo / Archivo

Como tantas cosas buenas, la Democracia española trajo consigo el desarrollo y la apertura a la sociedad de los centros bibliotecarios. En el caso de Guadalajara, la llegada de Blanca Calvo y la creación de un equipo joven y entusiasta supuso el empuje definitivo a la labor que había desarrollado a favor de la Biblioteca Pública del Estado de Guadalajara su verdadera madrina, Juan Quílez. Trabajando a la lumbre de un brasero, la que fuera la primera directora del centro, una mujer dinámica e increíblemente emprendedora para su tiempo, luchó contra viento y marea para que Guadalajara contara con un servicio de lectura digno, convirtiéndose en la artífice del rescate y la puesta a disposición de la cultura de la insignia monumental alcarreña, el Palacio del Infantado.

Tras Juana Quílez, tomaron las riendas de la institución dos fugaces directores y, después, Blanca Calvo. «Mis primeros años al frente d ela Biblioteca los recuerdo con mucha ilusión», comenta, «aunque los medio y las condiciones de trabajo con las que contábamos eran bastante deficitarias». «Poco a poco, fue aumentando la plantilla y con mucho tesón y constancia fuimos creciendo y ampliando servicios», relata. Desde sus inicios, la Biblioteca Pública de Guadalajara fue un fascinante imán de atracción de usuarios. Pionera y puntera en todo su hacer, vio brotar de sus salas los clubes de lectura, encuentros en torno al calor de un buen libro que, poco después, se multiplicaron por toda la geografía española hasta convertirse en la actividad más cotidiana y con mejor a cogida de cualquier biblioteca, por lejana y pequeña que ésta sea. También fue uno de los primeros centros del país en autorizar el préstanto tanto de materiales audiovisuales como de publicaciones periódicas. 

Además, el incremento constante de socios, en estos momentos cerca de 50.000, siempre ha ido acompasado con la puesta en marcha de múltiples y originales actividades dirigidas a todos los públicos: sesiones de narración oral, visitas para centros escolares, talleres, presentaciones de libros, encuentros con autores, veladas nocturnas para niños, etc.

Pero, sin duda, si hay un evento que ha sido modelo y foco de admiración de ciudades y países de todo el mundo, ése es el Maratón de los Cuentos, la gran fiesta de la narración oral que todos los años, desde hace 34, consigue movilizar a la población de Guadalajara alrededor de la magia de la palabra. Gracias al ímpetu y el esfuerzo del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil, de los trabajadores del centro y de decenas de voluntarios, la capital se transforma durante tres días en un auténtico carnaval de culturas, historias y personajes. Todo ello ha contribuido a que la Biblioteca sea una parte vital de la ciudad. «La gente de Guadalajara se siente muy identificada con la biblioteca, la siente como algo suyo. El cariño que tiene hacia esta institución es un caso único», afirma convencida Blanca Calvo.

Traslado

Por este motivo, cuando el centro se vio obligado a cambiar de domicilio hace dos décadas debido, fundamentalmente, a la falta de espacio para poder continuar desarrollando su labor divulgativa, no dudó en hacer partícipe de ello a todos los ciudadanos. El Palacio del Infantado custodió hasta el último momento los 1.001 libros preferidos de los lectores, un número que fue escogido por su simbolismo al representar el infinito en la civilización árabe. Conducidas por la primera parte de El Quijote y protegidas en su final por la segunda parte de la universal obra de Cervantes, estas 1.001 infinitas historias de la Literatura de todos los tiempos pasaron de mano en mano por las más de 500 personas que el 10 de julio de 2004 no dudaron en sumarse a la cadena humana que invadió las calles que separan el Infantado de Dávalos. «Recuerdo aquel día con mucha emoción. En una mañana en la que podía ser más apetecible irse al campo de excursión o a la piscina, había medio millar de personas disfrutando, divirtiéndose y ayudando a que la biblioteca se trasladara. Había niños, adultos, mayores, estuvo el entonces alcalde, Jesús Alique, el párraco de Santiago, Andrés Berlanga, la Bruja Rotundifolia... La respuesta de la gente fue increíble», relata Blanca Calvo. Igual de espectacular fue el éxito de convocatoria que despertó, cinco días después, la inauguración oficial de la sede de Dávalos y la Jornada de Puertas Abiertas organizada para dar a conocer el edificio entre la ciudadanía.

Y no era para menos, porque Guadalajara sigue disfrutando de una de las mejores bibliotecas de toda la geografía nacional, la cual ha sabido adaptarse con éxito a los nuevos retos y avances del sector, también a los tecnológicos, sin perder un ápice de su esencia. 

La casualidad o el destino quiso que fuese un palacio el que recogiera de otro el testigo de la cultura. Hoy, todos los guadalajareños se sienten orgullosos del pasado, el presente y lo estarán del futuro de esta mansión del saber que sienten como su hogar.