En el final de nuestros tiempos, seremos recordados por 'equis' cosas, muchas o pocas según corresponda, pero también por nuestros tics y nuestras manías. Hace años Xavi Aguado (Zaragoza) y Pablo Alfaro (Sevilla) se batían en una 'competición aparte' por ver quién era el jugador con más expulsiones en la historia de la competición. Ambos dejaron la marca en unas nada desdeñables 18 tarjetas rojas… hasta que llegó Sergio Ramos arrasando. El camero se fue hacia París dejándolas en 20. Y eso que el número de sanciones ha crecido considerablemente en LaLiga en los últimos años, pero los defensas modernos ya no son los 'leñeros' de antaño, jugadores que primero intimidaban y después jugaban. 
Contemplar la imagen de Ramos frente a una cartulina roja, lo que sucedió este fin de semana, es asomarse a un trocito de historia. Ya son 21. Una treintena en toda su carrera. Según muchas estadísticas 'apócrifas', es el segundo jugador más expulsado de la historia, detrás de Gerardo Bedoya, un 'amable' lateral zurdo colombiano que se retiró con una colección de 46 tarjetas en su haber. 
Ayer mismo pedía perdón por «una acción desafortunada que limitó las opciones del equipo». Ramos está de vuelta en la competición. Ha logrado volver a sentir el escudo del Sevilla en el pecho, regresar al torneo en que se hizo gigante, reencontrarse con paisanos y amigos (Jesús Navas a la cabeza) con los que dar sus últimos y orgullosos coletazos… y de paso, seguirá engordando su leyenda como expulsado. «Tiene mérito -decía en su día un comentarista deportivo en la retirada de Fernando Hierro- haberse retirado con solo 14 tarjetas rojas». «Eso porque lo ha jugado casi todo en el Real Madrid», le respondían con sorna. Aplíquese el ejemplo a Sergio, una leyenda en vida con la manía de jugar al límite.