Si el cura va a peces, qué no harán los feligreses, dicen en Ayoó de Vidriales. En ese dicho sobre el valor del ejemplo encaja el gesto macarra del concejal socialista, Daniel Viondi, apenas compensado con el inmediato abandono del acta en el Ayuntamiento de Madrid.
Su desenfadado cacheteo en la cara del alcalde, Martínez Almeida, es de la misma naturaleza que la vomitona del diputado, Óscar Puente, que dos días antes había deshonrado el templo de la palabra por expreso mandato del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.
Un paso adelante en la degradada política nacional. Esta sí pide a gritos un cordón sanitario que arrincone a quienes la convierten en trifulca tabernaria o mercado de favores donde hasta el alma se pone en venta si hace falta para colmar ambiciones personales. Y quien dice el alma dice la dignidad o la vergüenza, a sabiendas de que siempre habrá alguien dispuesto a interpretarlo como una brillante maniobra táctica.
Eso sirve para redimir a Pedro Sánchez por su reprochable falta de respeto a un adversario político. Y también para glosar el talento negociador de los independentistas catalanes cuando deciden subir el precio por apoyar la investidura de aquel, una vez fracasada la de Feijóo en las votaciones del martes y del viernes.
Los independentistas catalanes palmean la cara del presidente en funciones con una resolución conjunta de ERC y Junts en el Parlamento catalán, un minuto antes de que se disponga a conseguir lo que no ha conseguido el líder del PP. Sugieren que no investirán a Sánchez si no se compromete a "trabajar para hacer efectivas las condiciones para la celebración de un referéndum".
Que no cunda el pánico. Se limitan a exigir el compromiso de trabajar por la autodeterminación" (y también por la amnistía, objeto de otra resolución con el mismo sesgo conminatorio). Pero eso no es lo mismo que comprometerse a llevar ambas exigencias al Boletín Oficial del Estado, incluso con un calendario prefijado.
Y justamente entre lo uno y lo otro, la voluntad de hacerlo y el hacerlo realmente, se mueve la respuesta inmediata de los socialistas. Por supuesto, a favor de lo primero, como apuesta "por el diálogo", sugiriendo que el tono amenazante del independentismo encubre una apuesta por "por la discordia" que imposibilita seguir avanzando "por el camino de la convivencia y la cohesión, el entendimiento y el progreso económico y social de Cataluña, siempre dentro de la Constitución".
¿Por qué será que no nos dejan tranquilos las palabras contenidas en la muy cuidada respuesta de los socialistas al cacheteo concertado de Junqueras y Puigdemont en la cara de Sánchez?