Durante mucho tiempo parecía una utopía decir o escribir que Jude Bellingham estaba aplicando capas y capas de maquillaje sobre un Real Madrid deficiente al que no se le veían las costuras porque, sencillamente, ganaba. Los goles del inglés, un 'cinco' metido a 'nueve', eran bálsamo para un equipo nacido con un grave problema estructural en su diseño: hay mucho músculo y poco gol. Con las cifras 'normales' de Bellingham (un tanto cada cinco o seis partidos, lo habitual en su carrera), el cuadro merengue tendría ahora las mismas dianas que el Granada o el Athletic… pero Jude se empeñó en que no se notara. Hubo polémica en Sevilla, sí: a Vinícius le quitaron un penalti y es posible que a Bellingham le perdonasen una roja, pero si el equipo quiere agarrarse a los errores arbitrales en lugar de reconocer el problema propio, cojeará todo el curso.
De nivel
Sigue líder a pesar del empate, pero le alcanzó un Girona asombroso, se le puso a un punto (con el clásico a la vista) un Barça que agoniza pero aún encuentra recursos en la casa, y ejerce de 'colíder virtual' un Atlético con 22 puntos y un partido menos… que prefiere contar como ganado gracias al momento estelar de Griezmann. A estas alturas pocas veces en la historia había cuatro conjuntos tan eficaces con tantos puntos y con tantos goles marcados. Si es la nueva tendencia, el fútbol a tumba abierta siempre es una buena noticia para el campeonato.
Señalados
Lo que no es tan 'festejable' es la inmensa presión a la que están sometidos los árbitros cada fin de semana. La excusa de «siempre ha habido» no vale: cada vez el discurso es más desgarrador, cada vez más duros los editoriales, cada vez más altas las quejas de los grandes (Madrid y Barça), cuyos gritos resuenan mucho más que los de los históricos perjudicados. Entre todos hemos perdido de vista que el árbitro intenta no equivocarse, pero el error (incluso con VAR) forma parte del juego. Incluso cuando, por casualidad, fallan contra el grande.