La mística vs "lo que se veía venir"

Diego Izco (SPC)
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El Madrid, que ha perdido seis de sus 14 partidos de Champions, no tiene fútbol para pensar en 'milagros'. La relajación a estas alturas del torneo: un pecado que ahogó al Barcelona y al PSG

La mística vs "lo que se veía venir" - Foto: Juan Medina

Confundir «fútbol» con «épica» es perverso. No hay de lo segundo sin lo primero: el Real Madrid que ejecutaba imposibles con sorprendente maestría tenía mimbres para lograrlo. No se puede pedir a un mago que saque un conejo de la chistera si antes no tiene una chistera. El cuadro blanco, 'gigante en lo inesperado', en lo sorprendente, cayó porque «se veía venir». Invocar a los fantasmas de la vieja Copa de Europa así es casi una falta de respeto. Este equipo ha batido su récord de derrotas en una misma temporada continental (seis), ha perdido prácticamente todos sus duelos directos y ha desperdiciado una de las ofensivas más lujosas de su historia sin darles cimientos por detrás: si tienes a Vinícius y a Mbappé en el mismo plantel no es para ganar (con respeto) a Rayo, Osasuna, Salzburgo o Pachuca, sino para combatir (y tumbar) a tus semejantes. Las dudas se ciernen ahora sobre Ancelotti, un estupendo gestor de egos a quien Kroos y Modric daban el fútbol de memoria. Sin ellos (o con solo uno, pero de 39 años), el italiano está desnudo. Al menos, sin chistera. 

Superado

Por primera vez en toda la 24/25, el Barça fue ampliamente superado. Flick había diseñado un plan donde eso no podía suceder: dominar, ahogar, disparar incesantemente, asfixiar o encajonar eran verbos que solo conjugaban los azulgrana. El Westfalenstadion tiene una atmósfera especial. Otros campos tienen mejor acústica, pero en Dortmund se grita más; otros tienen más capacidad, pero en Dortmund siempre lo llenan. El 'muro amarillo' a la cabeza y el resto del campo por detrás crean un ambiente mágico, casi angustioso para el visitante, en el que los locales vuelan sobre alfombras mágicas y creen sinceramente que todo puede suceder. El tridente ofensivo del Barça, imparable todo el año, pareció moverse bajo el agua, donde todos los movimientos son lentos y torpes. Ese terreno de juego es la constatación empírica del tópico «el público también juega». 

Sin íñigo...

Íñigo Martínez ha pasado de ser reemplazable a insustituible porque el dibujo de Flick lo ha cambiado todo. Los defensores del Barça, hasta este año, tenían casi en exclusividad la función de «corregir». Muchos metros a la espalda (como hoy), pero se recorrían de forma distinta: individualmente, sin fiarlo tanto al físico como a la posición de la línea. Íñigo entendió esto perfectamente. Tácticamente impecable, el de Ondarroa ha superado con creces a un Araújo que siempre prefirió correr hacia atrás que dar el paso adelante: ha realizado el camino inverso, de insustituible a reemplazable. Tal vez el alemán eligió a Ronald para defender el juego aéreo, tal vez quiso dar descanso a Íñigo y evitarle una tarjeta que le dejaba sin semifinales… Pero tenerle en el banquillo fue una invitación a que el Dortmund diese más de un paso adelante.

El PSG

Si el Barça midió mal y sufrió por indolencia, lo del PSG rozó la tragedia por motivos similares e incluso multiplicados por varias unidades. Al 3-1 de la ida sumó un 0-2 momentáneo en Villa Park y se echó a dormir. Hay razones históricas de peso para intuir que a un equipo no le toca en la tapa de un yogur un billete a cuartos de final de la Champions. Ese conjunto sabe competir. El Aston Villa hizo un gol y soñó con una voltereta mágica que estuvo cerca de producirse de no ser porque Donnarumma, el portero que ya es 'gigante' pero se agiganta cuanto mayor es el partido, evitó la prórroga. 

De piedra

El Inter salió victorioso del duelo con más solera de cuartos. Es un bloque que sabe sufrir y sabe dominar: solo ha encajado cinco goles en toda la Champions y dos se los hizo un Bayern que no pudo hacer valer el peso de la historia en el Giuseppe Meazza: el 2-2 cierra una de esas eliminatorias duras, de piedra, que honran la Copa de Europa. Y el Barça tendrá enfrente a una de esas defensas de clásico corte italiano que no permiten alegrías y permanecen inalterables e intensas 180 minutos y los que haga falta. Inzaghi y los suyos quieren lo que el City les 'arrebató' en 2023.