«En la RAE importan los méritos, no si eres hombre o mujer»

Javier del Castillo
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Nació en Isso, pedanía de Hellín (Albacete), hace 73 años. Pasó su infancia y adolescencia en Alicante y está considerado el mejor gramático de la lengua española

«Las palabras están llenas de matices y definirlas es mucho más complicado de lo que parece», comenta Ignacio Bosque - Foto: Juan Lazaro

La entrevista tiene lugar en su otra casa. En una sala de la Real Academia Española (RAE), de la que es miembro electo desde 1995, antes de que se inicie la sesión plenaria de los jueves. Amable y cordial, viste corbata azul marino y camisa de rayas, además de una sonrisa que desaparece cuando explica los problemas más acuciantes de nuestro idioma. Alumno aventajado de Fernando Lázaro Carreter, doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua Española en la Universidad Complutense de Madrid, desde 1982 hasta su jubilación, Ignacio Bosque recorre su trayectoria profesional y vital sin darle mayor importancia. 

La admiración por Fernando Lázaro Carreter y la influencia que tuvo en su vocación, en su vida y en su obra, quedan patentes desde el primer momento en las palabras del que fue su discípulo. «Era un comunicador extraordinario, que se interesaba por todos los aspectos del idioma. Por los que él estudiaba personalmente y por los que no estudiaba. Él no era especialista en la gramática del español, pero siempre me animó a que me dedicara a ello. A Lázaro le interesaba más la lengua literaria y la historia de la literatura española, en particular la época clásica. La mejor edición de 'El Buscón', de Quevedo, la hizo él. Era un profesor que animaba a sus alumnos a que profundizaran en lo que más les interesara, no en lo que le interesaba particularmente a él. Y eso es muy raro en los profesionales de nuestro a campo», apunta Ignacio Bosque

El académico manchego elogia la mentalidad abierta del autor de 'El dardo en la palabra', así como su capacidad de motivar a los demás en sus investigaciones. «Siempre me pareció una actitud extraordinaria», apostilla.

Ignacio Bosque a finales de los años 50, de pie, con sus primos Joaquín e Inmaculada y su hermano Pascual (de izquierda a derecha), montados en un burro.Ignacio Bosque a finales de los años 50, de pie, con sus primos Joaquín e Inmaculada y su hermano Pascual (de izquierda a derecha), montados en un burro.Ignacio Bosque también recuerda el papel decisivo de Lázaro Carreter en su ingreso en la Academia Española. «Fue quien impulsó mi candidatura, cuando era director de la institución. Yo le dije: 'Mire, Don Fernando, la lingüística que me interesa tiene poco que ver con la Academia'. Pero él lo planteaba de otra manera. Argumentaba que era necesario renovar la institución con profesionales jóvenes provenientes de la Universidad. Ese era su argumento». 

«Las palabras están llenas de matices y definirlas es mucho más complicado de lo que parece»

Así que el 4 de mayo de 1995, con 43 años, fue elegido académico y, en el verano de 1997, tomó posesión en la RAE con un discurso sobre 'La visión de la gramática en Salvador Fernández Ramírez'. Discurso que fue contestado por Emilio Lledó, académico todavía en activo a sus 97 años. Casi tres décadas después de la toma de posesión de nuestro ilustre paisano, la pregunta es obligada: ¿Ha merecido la pena? Pese a las dudas y recelos previos a su elección, califica la experiencia de extraordinaria. 

Ignacio Bosque avisa de que «los políticos miden el tiempo por legislaturas, pero la educación se mide por generaciones»Ignacio Bosque avisa de que «los políticos miden el tiempo por legislaturas, pero la educación se mide por generaciones» - Foto: Juan Lázaro«La gente lo desconoce, pero en esta casa se trabaja mucho. Aquí se hacen los diccionarios, las gramáticas, los corpus y las bases de datos para las consultas en internet. Es un trabajo ímprobo, pero callado, que mucha gente no valora. La Academia no publica obras de creación, sino de consulta. Cada cierto tiempo, hay que renovar los diccionarios, las gramáticas y los corpus. Las palabras – añade– están llenas de matices y definirlas es tremendamente difícil. Es mucho más complicado de lo que parece».

Ignacio Bosque se considera un afortunado por tener la suerte de conocer a gente extraordinaria, a la que seguramente no habría conocido lejos de la Academia. «Siempre digo que la RAE es la única escuela en la que los maestros son los compañeros. Yo he tenido la gran fortuna de hacer amistad con escritores, intelectuales, filósofos y personas relevantes de nuestra cultura». Nunca olvidará la responsabilidad que asumió cuando Lázaro Carreter le comunicó que había convencido a sus compañeros para que dirigiera la gramática de la RAE, ni la emoción que sintió la primera vez que tomó asiento en la sala de Plenos (silla 't' minúscula). 

«La mayor responsabilidad de mi vida –explica el académico– ha sido encabezar un proyecto de tanta envergadura, un proyecto descomunal: la gramática del español hablado en todos los países hispanohablantes, una gramática que describiera lo que compartimos y lo que nos diferencia. La primera edición de la 'Nueva gramática de la lengua española' nos llevó once años de trabajo. Once años sin parar. La segunda edición, que presentamos en Quito, nos ha ocupado menos tiempo. Pero, entre una y otra, hicimos un diccionario de gramática destinado a los profesores de Enseñanza Media en el que se definen y se explican muchos conceptos gramaticales básicos. Es importante atender a los profesores de Lengua y ofrecerles ayuda desde la Asociación de las Academias de Español».

«El Premio Internacional Don Quijote de la Mancha fue muy emotivo por mis orígenes manchegos»

 Coincidiendo con la inminente presentación en España de esa segunda edición revisada de la 'Nueva gramática de la lengua española', quince años después de su primera edición, en 2009, es de justicia recordar el premio que le otorgó la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a Ignacio Bosque por ese gigantesco trabajo. «El Premio Internacional Don Quijote de la Mancha fue muy emotivo por mis orígenes manchegos. También guardo excelentes recuerdos del Premio Internacional Alfonso Reyes, un galardón muy prestigioso otorgado por el Gobierno de México. O del Nacional de Investigación y Humanidades, además del Premio Julián Marías, concedido por la Comunidad de Madrid en 2010».

El pelo plateado, como la barba y las cejas, le dan un aire de investigador de la palabra. De explorador de gramáticas y manuales de lexicografía y sintaxis. Atrás quedan muchos años de dedicación a la enseñanza y no pocos recuerdos de esa etapa de catedrático a la que mira con cierta nostalgia. «Me jubilé pronto, pero había empezado muy joven. En la Autónoma fui profesor 3 años, y en la Complutense 36. En 1975 ya era profesor, con tan solo 24 años. Algunos alumnos míos de entonces son ya catedráticos de Universidad y profesores de Instituto. Estoy muy orgulloso de ver cómo enseñan ahora a otros. De hecho, siempre he estado más orgulloso de mis alumnos que de mis propios trabajos. Me he pasado la vida en el aula, pero –después de todo– el aula es un buen sitio para pasar la vida».

Cambia el gesto cuando le pregunto por el mal uso del idioma español en amplias capas de población, especialmente en internet y las redes sociales. «Lázaro Carreter escribió mucho sobre este tema. Hay una cuestión que a mí me preocupa. Hace 30 años todo el mundo redactaba más o menos bien. Hoy, sin embargo, muchos alumnos universitarios –incluso alumnos de Lengua– no son capaces de redactar con soltura un texto, articulando bien las bases de su pensamiento. Tienen enormes dificultades para escribir correctamente y con propiedad. Les cuesta argumentar con orden y con claridad. Esto, para mí, es muy preocupante porque hace 30 años no pasaba».

«La argumentación no se lleva y se prodiga más el insulto»

En su opinión, este problema está relacionado con los cambios sociales. «En estos tiempos todo tiene que ser breve, simple, intrascendente, anecdótico y, si es posible, divertido. Pero, la argumentación requiere una serie de pasos. Es lenta, parsimoniosa. No va con los tiempos actuales. En Twitter (ahora X), los textos tienen un número limitado de caracteres. A los jóvenes las canciones les parecen demasiado largas y solo escuchan un tercio o la mitad de ellas. Exigen en todo brevedad e inmediatez, pero el pensamiento es algo denso, complejo, sutil y trabado. La argumentación no se lleva. Se prodiga más el insulto».

¿Se habla mejor el español en Hispanoamérica que en nuestro país? «Hay algo de verdad en ello –contesta–. El colombiano medio maneja un vocabulario más extenso que el español medio. Utiliza un léxico mayor y con más matices. Esto tiene que ver con la educación y con la tradición de algunos países. No solo en Colombia, sino también en otros países de habla hispana. Si yo fuera pedagogo en España, estaría muy preocupado, sobre todo porque da la impresión de que a los pedagogos españoles no les importa que el manejo y el uso del idioma por parte de los jóvenes muestre un evidente declive».

Tras subrayar que «la gramática es la arquitectura del pensamiento», el académico Ignacio Bosque señala dos formas, antagónicas, de entenderla. «Para algunos es un corsé que nos imponen desde fuera y que coarta nuestra forma de hablar y de pensar. Vienen a decir que los gramáticos nos encargamos de impedir que la gente se exprese con total libertad. Es una idea muy antigua, que se remonta a una tradición de siglos. Pero la gramática no es un corsé, en absoluto. Es el sistema que nos ayuda a combinar las palabras y a expresar con ellas cuanto seamos capaces de pensar y de sentir. Eso es la 'arquitectura del pensamiento'. Pero esta forma de mirar la lengua es más difícil y requiere tiempo, atención y trabajo. Aunque todavía tenga muchos seguidores, la primera de estas dos actitudes me parece un error». 

El reconocido gramático rechaza el sambenito de la inactividad y la baja productividad de los académicos. «La gente debe saber que aquí se trabaja mucho. Pronto sacaremos una nueva edición del 'Diccionario de dudas', que se une al 'Diccionario histórico', donde se explica la evolución de cada palabra desde su aparición. Publicaremos también en breve una nueva edición del diccionario común. Todo ello requiere un trabajo descomunal que apenas es reconocido por la opinión pública. La Real Academia Española no es un olimpo ni un parnaso, sino un centro de trabajo sumamente activo».

«Los políticos miden el tiempo por legislaturas, pero la educación se mide por generaciones»

Como especialista en cuestiones lingüísticas y gramaticales, le preocupa que el uso y abuso de las abreviaturas sobrepase el marco de las redes sociales. «Pídele a un joven de 20 años que escriba sobre un tema y te darás cuenta de que tiene dificultades para construir con soltura un texto bien argumentado. Muchos jóvenes escriben hoy frases cortas, sincopadas y con muchas abreviaturas en el WhatsApp. No veo inconveniente en ello, pero el problema surge cuando esos mismos jóvenes escriben de la misma manera sus exámenes o sus trabajos en el Instituto o en la Facultad. Como es evidente, no es lo mismo hablarle a un profesor que a un compañero. Los cambios de registro forman parte del lenguaje y hay que saber adaptarlos a las distintas situaciones. Es igual que vestirse: uno se pone corbata o camiseta y zapatillas según donde vaya».

A este académico no le sorprende que haya pasado a segundo plano el debate sobre el lenguaje sexista. «Ha dejado de ser actual porque no hay avance. Lo que digamos los lingüistas no interesa nada a los políticos. El diálogo entre unos y otros sobre este asunto es casi inexistente. Nos pidieron un informe sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución. Lo hicimos en la RAE y, al parecer, no resultó como a ellos les hubiera gustado. Lo metieron en un cajón y no se ha vuelto a saber nada de él. Era un informe extenso y detallado, con argumentos que a nosotros nos parecen relevantes, aunque muchos políticos sigan creyendo que no lo son».

Le recuerdo que en la Academia Española la representación femenina sigue siendo poco relevante. Acepta de buen grado esa observación, pero recuerda que son escasas las mujeres directoras de orquestas, de periódicos o de hospitales, así como las presidentas de bancos o de comunidades autónomas. «Sigue habiendo pocas mujeres en esta casa. De acuerdo. Pero, porcentualmente, hay más que en otras academias y que en otras instituciones. Recuerde que aquí no se entra por decreto, sino en función de los méritos acreditados. Cada vez hay más lingüistas, intelectuales y escritoras, que van incorporándose poco a poco. Podríamos dejar en el aire la siguiente pregunta: Cuando Javier Marías fue elegido académico, ¿había alguna escritora con más méritos que él para serlo? Sinceramente, creo que no. Lo importante son los méritos acumulados en toda una trayectoria profesional y debe dar igual que sea hombre o mujer el elegido».

A Ignacio Bosque le duele que los políticos se desentiendan de la educación. «No les interesa porque la educación no tiene rendimiento electoral. ¿La educación da votos? No. ¿Quita votos? Tampoco. Por lo tanto, no se ocupan de ella, aunque sea el eje que articula el futuro de cualquier sociedad. Los políticos miden el tiempo en legislaturas, pero los efectos de la educación se miden por generaciones». 

«He vivido experiencias que las nuevas generaciones solo pueden conocer a través de los libros»

Aunque el matrimonio vivía ya en Alicante, la madre quiso dar a luz a sus cinco hijos en su pueblo natal. Como si hubiera contraído una deuda con sus raíces. Ignacio –el mayor de los hermanos– recuerda todos los veranos de su infancia en Isso (Albacete), pedanía de Hellín. «Está a tan solo 5 kilómetros de Hellín, pero en aquella época nos parecían 25. Los kilómetros de entonces –comenta– no son igual que los de ahora. Me pasaba el día jugando en la calle con mis hermanos y mis primos, algo que ya no pueden hacer los niños en las grandes ciudades. Fue una época extraordinaria».

«Ahora, lamentablemente, voy poco por allí. Por varias razones: ya no me queda familia, mis primos viven en Hellín, y la casa de pueblo que teníamos no existe. Los pueblos cambian y el mío también», afirma Ignacio. En aquel escenario de su infancia se construyó un edificio de pisos, al lado de la plaza y de la iglesia. Sin embargo, su nombre y apellido figura desde hace algunos años en una de sus calles, como reconocimiento a un 'issero' tan ilustre.

El padre de Ignacio Bosque había nacido en Ontur, otro pueblo de Albacete próximo a Hellín, y trabajaba en una caja de ahorros de Alicante. «Yo de niño he montado en mula y he conocido los trabajos en la era, antes de que aparecieran los primeros tractores. He sido testigo directo de esa vida en el campo. He vivido experiencias que las nuevas generaciones solo conocen a través de los libros. Tengo unos recuerdos magníficos de aquella España rural de los años 50».

También los tiene de algunas palabras y términos que han caído en desuso. «Ya no se habla, por ejemplo, de fanegas, porque ese instrumento de medición no existe. Los manchegos utilizamos palabras propias de allí. Por ejemplo, el sustantivo tamparantán, referido a algo grande, que no sirve para nada y estorba. Es una expresión que se usaba en Albacete y en una parte de Murcia. Yo la sigo empleando todavía en casa, con la familia, pero casi nadie ya la conoce».

Entre sus destinos preferidos, dentro de la provincia de Albacete, figura el nacimiento del Río Mundo. «Fui con frecuencia a disfrutar de ese lugar en los años 60, pero hace tiempo que no lo hago. La palabra mundo proviene del latín y significa 'limpio', de igual forma que inmundo significa 'sucio'. En tiempos de los romanos, ese paraje debía estar limpísimo, desde luego».

El académico manchego –principal artífice de la actual gramática española de la RAE y de la Asociación de Academias– estudió el Bachillerato de Ciencias en los Hermanos Maristas de Alicante, aunque posteriormente decidiera estudiar una carrera de Letras. «Yo recomiendo hacer el Bachillerato de Ciencias a las personas que piensan estudiar Lengua, Literatura o Filosofía, porque estudiar ciencias ayuda a amueblar la cabeza. El nivel medio en los Maristas era bastante alto, y recuerdo que eran muy buenas las clases de Lengua y Literatura. Las lenguas me han gustado siempre, pero nunca pensé que acabaría dedicándome profesionalmente a estudiar mi propia lengua. Ni que me especializaría después en gramática española. Fue una decisión tardía».

Lo cierto es que se matriculó en Filología Hispánica en 1970 y tuvo de profesor en la Universidad Autónoma de Madrid a una persona que influyó de manera decisiva en su vida: Fernando Lázaro Carreter. Un gran maestro y defensor incansable de nuestro idioma, entre cuyos méritos figura haber logrado que Ignacio Bosque ocupara la silla 't' de la RAE.