Junto al Valle Tajuña, a unos 11 kilómetros de Brihuega por carretera, municipio al que pertenece, se encuentra Cívica. Un lugar enigmático, misterioso y a la vez idílico, visible a pie de la carretera CM-2011. Un paraje que combina la mano del hombre y la labor de la propia naturaleza. Es nuestra pequeña Capadocia. Juan Pablo Mañueco la define muy acertadamente como la Capadocia alcarreña.
Al llegar a este lugar, uno se traslada fácilmente a esa región de Turquía central conocida por sus características chimeneas de hadas o formaciones rocosas altas con forma de conos que se agrupan en el Valle de los Monjes, Göreme y otros sitios.
Su paisaje pintoresco y singular se muestra casi de forma repentina para sorprender al visitante o turista que circula por la zona.
Es difícil definir este estilo. Hay quien pone el acento en lo mozárabe ante el hecho de que en lo alto aún se visualicen restos de una torre árabe de vigilancia, pero, sin duda, se trata de una curiosa postal donde se une la vegetación y las fuentes naturales con terrazas, galerías y cuevas excavadas en piedra, que forman un laberinto con escalinatas, protegido con balaustradas.
Unos hablan que data del medievo; otros, que es de origen celtíbero. Hay quien opina que allí vivieron monjes jerónimos y ermitaños. Sin embargo, la teoría que prima es que se trata de una construcción reciente, de mediados del siglo XX, atribuible al trabajo del cura de la comarca, don Aurelio Pérez. Parece incuestionable que había unas cuevas creadas por la propia erosión del agua y que este sacerdote, tras heredar el terreno, emprendió lo que se convertiría en su pasión y a lo que dedicaría su tiempo libre: trabajar la roca y crear la belleza que hoy se percibe aquí.
Se presume que tuvo alguna ayuda, pero lo cierto este laberinto es mérito suyo. Poco a poco iba trabajando esta roca y formando escalinatas y balaustradas, abriendo paso a las cuevas y creando senderos. Los más mayores aún recuerdan este paraje como un verdadero vergel cuidado con primor. Su memoria les lleva a rememorar la gran alberca con truchas y rosaledas que había en la parte inferior, y la cueva convertida en bar, que el cura tenía alquilado a un tal Severiano. De ello, aún queda algún vestigio que se puede ver al visitar Cívica.
Se trata de nuestra particular Capadocia, excavada sobre lo que fue antaño una gran roca caliza trabajada ya por el agua que circulaba formando cascadas en parte de lo que en su día fue una granja o caserío con casas de labor y huertas que, a principios del siglo XX, al quedarse sus propietarios sin descendencia, se vendió a los trabajadores.
En Cívica hubo hace mu cho tiempo una fábrica de moneda y timbre . Y aunque en la actualidad se encuentra algo descuidado, parece que quiere ponerse en valor. Para muchos briocenses, alberga misterio y encanto a la vez. Y para los viajeros, un lugar por descubrir y explorar en el que apenas queda población, salgo alguna familia y nuevos pobladores asentados en las inmediaciones del río.