El septuagenario jefe del Kremlin, Vladimir Putin, seguirá en el poder hasta 2030, pero la gerontocracia rusa está cediendo terreno ante la aparición de una nueva generación de líderes que nació poco antes de la caída de la Unión Soviética. Cada vez son menos los funcionarios de más de 60 años que ocupan altos cargos de responsabilidad: su destino es la Administración del Ejecutivo, un retiro dorado para algunos y una sala de espera para otros.
En un intento de evitar luchas intestinas tras la sublevación armada de junio de 2023, Putin ha ido marginando a la vieja guardia, de forma que actualmente solo dos de sus miembros conservan sus puestos en el Gobierno, Serguéi Lavrov como ministro de Exteriores y Yuri Trutnev como viceprimer ministro al cargo del Lejano Oriente.
El jefe de la diplomacia rusa desde 2004 es la excepción que confirma la regla. A sus 74 años, el presidente no ha podido encontrarle un sustituto a Lavrov, por lo que ha preferido mantenerle en el cargo hasta que los cañones no callen definitivamente en Ucrania.
Putin sí decidió deponer hace una semana a uno de sus colaboradores más estrechos, Serguéi Shoigú, de 68 años. Le defendió de las críticas de los halcones durante más de dos años de campaña militar, pero la rampante corrupción en las Fuerzas Armadas le ha acabado costando el puesto.
Eso sí, le sustituyó por otro funcionario de la vieja escuela, el economista Andréi Beloúsov, de 65 años, un tecnócrata que asesora al mandatario ruso desde hace más de una década.
Contra todo pronóstico, también desplazó a su mentor, considerado la quintaesencia del chekista ruso, Nikolái Pátrushev (72 años), de la secretaría del Consejo de Seguridad, donde encajó precisamente a Shoigú.
En cuanto al Kremlin, sigue aconsejando a Putin el patriarca del funcionariado ruso, Yuri Ushakov, que a sus 77 años es el asesor en asuntos internacionales y, de hecho, fue él quien le acompañó en su reciente viaje a China.
Los nuevos 'príncipes'
En contraposición, la nueva generación de líderes nació a finales de los años 70 o principios de los 80 del siglo pasado, por lo que en su mayoría accedieron a la Administración Pública cuando el Kremlin ya tenía a su todopoderoso jefe.
El más joven de todos es Antón Alijánov, cuya carrera ha sido meteórica. Con apenas 30 años, fue designado gobernador del enclave báltico de Kaliningrado y con 37 ha sido elegido para ocupar la cartera de Transporte.
Con todo, los príncipes de los que todo el mundo habla en Moscú son Dmitri Pátrushev y Boris Kovalchuk, ambos nacidos hace 46 años. Y es que el primero es hijo del padrino de Putin en el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) y el segundo, es descendiente directo de uno de sus mejores amigos, el empresario Yuri Kovalchuk, para muchos el segundo hombre más poderoso de la nación.
Dmitri ejerció desde 2018 como ministro de Agricultura -años en los que se incrementó tanto la cosecha como las exportaciones de grano-, el mismo puesto desde el que el último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, ascendió al Kremlin en 1985.
Ahora, Pátrushev es uno de los ocho viceprimeros ministros en el Gobierno del premier ruso Mijaíl Mishustin y está muy bien colocado en caso de que Putin elija a un delfín de cara a 2030, algo que, por el momento, se antoja poco probable.
Mientras, Kovalchuk es el nuevo presidente de la Cámara de Cuentas, responsabilidad para la que fue respaldado por el Senado tras encabezar durante años el monopolio eléctrico de Rusia, Inter RAO.
Por su parte, Maxim Oreshkin, de 41 años, sigue siendo uno de los principales asesores económicos de Moscú y subjefe de la Administración presidencial; mientras Mijaíl Degtariov, de 43, fue premiado con el Ministerio de Deportes tras poner orden en la conflictiva región de Jabárovsk desde 2021.
Un 'halcón' en la recámara
Uno de los altos funcionarios cuya reputación ha ganado más enteros desde que comenzó la guerra en Ucrania ha sido el general Alexéi Diumin, gobernador durante los últimos ocho años de la región de Tula, sede de numerosas fábricas de armamento.
A sus 51 años, sirvió en el Ejército, en el FSB y fue jefe de las Fuerzas de Operaciones Especiales que consumaron en 2014 la anexión de la península de Crimea.
Antiguo jefe del servicio de seguridad presidencial, fue en su momento el candidato con más opciones para sustituir a Shoigú, pero Putin le ha nombrado finalmente asesor para asuntos relativos a la industria militar.
Eso sí, lo que une a la vieja guardia con los halcones y la nueva generación de príncipes es que todos ellos están involucrados de una u otra manera en la campaña iniciada en Ucrania hace ya más de dos años, por lo que han sido sancionados por Occidente.