En Guadalajara es uno de los hijos de don Feliciano y en Madrid un prestigioso oncólogo que cumple 40 años como médico. Para recordar a su padre no es necesario mencionar el apellido. Basta con destacar ese tratamiento que implica respeto y distinción social, como con don Álvaro (Hernando) o don Félix (Calvo), profesionales de la medicina de la provincia con un reconocimiento social unánime. «Ejercieron una medicina heroica, con medios y técnicas de diagnóstico muy limitadas. Cuando lo tienes en casa lo idealizas y es una de las variables que me condicionó para terminar siendo médico», cuenta Javier Román (Guadalajara, 1959) cuando le preguntamos por su vocación. «Acabas aquí empujado por el entorno. Además de mi padre, mi tío Manolo era médico y dos de mis hermanos también quisieron seguir los mismos pasos. Y luego me animó el contexto. Había series muy buenas, como Marcus Welby, cuyos protagonistas te acercaban de tal forma a la profesión médica que querías ser como ellos».
A Javier Román no le engañó nadie. Conocía las bondades del oficio de médico y su alto nivel de exigencia. «Mis padres tuvieron ocho hijos y los sueldos de médicos eran ridículos. Tenían que multiplicarse. A mi padre apenas le veíamos. Sabíamos que estaba en casa, porque, cuando montábamos jaleo, pulsaba sin parar un timbre que tenía debajo de la mesa de la consulta. Era el preludio de que podía subir y se liaba». Recuerda la cantidad de veces que no cobraba a personas sin recursos, las visitas al hospital fuera del horario de trabajo, pasada la medianoche, para comprobar la evolución de sus pacientes y la permanente colaboración con otros compañeros del medio rural. «Acudía a los pueblos cuando acababa su jornada. Como tenía tendencia al sueño, mi madre me pedía que le acompañara y que le hablara por el trayecto para que no se durmiera al volante». Esas visitas a la una o a las dos de la madrugada salvaban vidas. El poder de la medicina.
Javier Román se especializó en Medicina Interna tras licenciarse en la Complutense y obtener el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad de Bolonia. En Italia estuvo más de un año en el que compartió experiencia con un reducido grupo de jóvenes en el Real Colegio de España, fundado en 1365 en Bolonia por el cardenal Gil de Albornoz. «Me fui de España sin saber nada de italiano, pensando que era un idioma igual que el español, pero con todas las palabras acabadas en -ini, bromea. Terminó leyendo su tesis en italiano, centrada en un tratamiento para afrontar una enfermedad que se llama acalasia. «Fue una experiencia muy interesante porque te permitía formarte en un entorno académico muy especial. La mayor parte de los catedráticos en Derecho que hay en España son bolonios».
La etapa formativa postgrado -la residencia- la realizó en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid. Medicina Interna es la base formativa más potente que puede tener un médico, incluidos los oncólogos. Nunca te sobra. De hecho, el oncólogo, en el fondo, es un internista que se dedica especialmente a las enfermedades tumorales. «Los tumores pueden estar en cualquier órgano y el ser internista te aporta una visión amplia de la medicina que empleas en tu día a día». En el año 2000, se especializó en Oncología, cuando ya acumulaba una extensa trayectoria profesional como médico y como gestor, con cargos directivos destacados dentro de Ibermutuamur, la mutua de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales de la Seguridad Social. Ha sido jefe del servicio de Oncología en el Hospital Moncloa de Madrid, en el Ruber Internacional, en el Hospital La Zarzuela de la capital y en el Quirón Juan Bravo. Impulsó una clínica con su nombre donde ha desarrollado la oncología durante muchos años y, en la actualidad, lidera, junto al prestigioso doctor e investigador Javier Cortés, el IOB Institute of Oncology Madrid, un referente a la vanguardia de la lucha contra el cáncer en el mundo. «En la medicina privada se alcanzan cotas de éxito iguales que en la pública. Nosotros acercamos el primer nivel de asistencia, aportándoles investigación clínica de calidad».
En la lucha contra el cáncer, la gran asignatura pendiente sigue siendo la prevención. «Se han mejorado mucho las campañas de detección precoz de algunos tumores, como el cáncer de mama, de cuello o de colon. En cambio, próstata y pulmón no están tan bien estructurados». Nos recuerda lo esencial: tienes muchas más posibilidades de padecer cáncer si fumas, si tienes sobrepeso, si bebes alcohol en exceso y si convives con mucha contaminación. Para un referente en la oncología como es Javier Román, lo más complicado no es comunicar a un paciente que le han detectado un cáncer. «Es más difícil decirle que su tratamiento no ha funcionado o contarle que ha recaído después de haberse curado».
El poder de la medicina no sólo se reduce a una consulta. En España hay 2,2 millones de personas que en algún momento han tenido cáncer y su integración no siempre es sencilla. Sigue siendo una población estigmatizada -por eso, el derecho al olvido oncológico- que necesita una ayuda complementaria al tratamiento. Román trata de paliar ese déficit a través de la Fundación Oncoayuda, de la que es patrono y fundador. «Nos centramos en la prevención, en la atención psicológica y en una integración mediante campañas como Cultura que cura, con visitas guiadas a museos o a conciertos». Es la humanización de la medicina, imprescindible en el ámbito de la oncología.