Al albur de la muerte del Papa Francisco, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ofreció una comparecencia de prensa para anunciar el incremento del gasto en Defensa aprobado minutos antes en el Consejo de ministros. Serán 10.400 millones de euros más, eso sí, sin aumentar el gasto público ni recortar en servicios sociales, como aseguró para intentar contentar a los partidos de ultraizquierda de la coalición gubernamental. Sin embargo, no ofreció cifras reales, y sí porcentajes, en lo que parece un trampantojo más desde que llegó al palacio de La Moncloa.
Las reacciones a esta decisión unilateral, sin tener en consideración ni a la oposición ni al poder legislativo, es decir, al Parlamento, no se hicieron esperar y comienzan a surgir voces discordantes en partidos políticos opuestos, como era esperar, pero también en los propios socios de Gobierno que ven cómo, para intentar satisfacer las exigencias de los organismos internacionales, como la OTAN o la UE, se salta los acuerdos alcanzados para su investidura como presidente y para la legislatura vigente. En el seno de Sumar -donde se encuentran diversas fuerzas de ultraizquierda- las posturas confrontadas por la decisión de Pedro Sánchez están minando la continuidad del conglomerado de partidos e Izquierda Unida, de marcado talante antimilitarista, ha sido la primera en pedir el fin de los acuerdos firmados con el PSOE y, por consiguiente, el fin del Gobierno denominado Frankenstein.
A esta situación, hay que sumar la firma de un contrato por parte del Ministerio del Interior con Israel por valor de 6,6 millones de euros para el suministro de balas de nueve milímetros, otra decisión que ya fue revocada hace unos meses como protesta por la guerra de Gaza. Ahora, el ministro Grande-Marlaska da marcha atrás y retoma la adjudicación a los israelíes para dotar de munición a la Guardia Civil.
Pedro Sánchez se queda sin argumentos y su Gobierno está atrapado entre las exigencias de sus socios extremistas y las que marcan sus alianzas internacionales. Y lo pero de todo para el presidente del Gobierno es que son contradictorias, lo que le obliga a nadar entre dos aguas y guardar la ropa, aunque para conseguirlo tenga que hacer caso omiso a la ley de leyes, como es la Constitución. Lo hizo con los presupuestos generales del Estado, que están aún sin presentar, a pesar de que la Carta Magna lo exija, y lo hace ahora con el aumento de gasto para Defensa, sabedor de que no tiene una mayoría aritmética en el Congreso de los Diputados, donde hasta socios del Gobierno votarían en contra.
Mientras tanto, la oposición, liderada por el PP de Alberto Núñez Feijóo mira al cielo a la espera de que Sánchez caiga por su propio peso y no marca una directrices claras para acelerar la convocatoria de Elecciones Generales. Con panoramas similares, Sánchez ya se ha salvado, cuando muchos le daban por muerto…