Desconozco si Óscar Puente, ese gran ministro de Transportes que no nos merecemos, ha destituido al presidente de ADIF por el caos ferroviario que llevamos meses viviendo, por su presunta implicación en los escándalos de corrupción del caso Koldo, por aumentar el ventilador contra José Luis Ábalos -que no hace falta, bastante hace él contra sí mismo- o por defenderse y culpar a otro de hacer mal lo que es su responsabilidad. En todo caso, si como el mismo Puente defiende y repite inasequible al desaliento, "España vive el mejor momento ferroviario de su historia", destituir al presidente de ADIF diez meses después de haberlo elegido y, por ejemplo, mantener al de Renfe es un contrasentido. Yo esperaba haber visto a Oscar Puente cualquier tarde de esas de caos en la estación de Chamartín, Atocha o Sans para explicar a los viajeros que no pasa nada, que disfrutan hoy del "mejor servicio de todos los tiempos" y no como antes, con Franco, claro. O ir de urgencia al lugar donde se encontrara un tren averiado, uno de tantos estos días, para que los pasajeros lo sacaran a hombros. Ignoro si el presidente de ADIF lo ha hecho bien o mal -los hechos no hablan a favor de esta empresa ni de RENFE-, pero entre la sabiduría de Oscar Puente, licenciado en Derecho e insultador al servicio de Pedo Sánchez, y la experiencia de Ángel Contreras, ingeniero de Caminos, con 23 años en el sector del transporte ferroviario, la elección no es difícil.
Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda del Gobierno, cada día que pasa con menos méritos, acaba de decir que "gobernar no es resistir. Gobernar es transformar", lo cual parece una descripción de la labor de este Gobierno del que forma parte y al que no renuncia y una crítica a Pedro Sánchez, al que no piensa abandonar. Es decir, que resistirá hasta que los echen a los dos. Pero Díaz se equivoca, al menos en lo que se refiere a las empresas públicas o participadas mayoritariamente por el Estado. Ocho de cada diez de esas empresas, como Renfe, como ADIF, están presididas o lideradas por ex ministros socialistas, ex parlamentarios socialistas, ex altos cargos nacionales o autonómicos socialistas, o asesores de altos cargos socialistas, en su inmensa mayoría sin conocimientos ni experiencia para ocupar esos cargos. Y con sueldos que van desde los cien mil a los quinientos cincuenta mil euros anuales. Es innegable que Sánchez ha "transformado" todas las empresas públicas -que muchos socialistas y muchos de los miembros de Sumar quieren multiplicar, seguramente para que haya más que repartir- a costa de que la mayoría sean un desastre de gestión y de pérdidas millonarias.
Podríamos hablar de Correos, cuyo ex presidente, doscientos mil euros al año, dejó la empresa desprestigiada y con más de mil millones de pérdidas, a pesar de las inyecciones del Estado, pese a lo que fue premiado con la presidencia de otra empresa pública, la EN de Innovación. Triunfará. O de Navantia, cuyas deudas con la SEPI superan los 1.800 millones. Del CIS, donde un político de partido está aumentando el gasto y la incompetencia de una agencia antes modélica. O de Paradores, donde recaló no hace mucho, el hoy sustituto en el Gobierno del nuevo presidente del Banco de España y que ahora preside otra ex ministra. La lista es interminable: SEPI, Hispasat, Redeia, Efe, RTVE, Tragsa, Enaire, Aena, Enusa, Enagas, SAES, Loterías del Estado, Indra. Hasta el Hipódromo de la Zarzuela que hasta hace poco presidió una ex directora de Comunicación del PSOE y ahora lo hace quien ostentaba el cargo de Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil. Estos "chicos" valen para todo.
Es la Agencia de Colocación socialista de políticos que, en su inmensa mayoría no han demostrado ni conocimientos ni experiencia para esos cargos. Sólo lealtad al jefe. Si ya sabemos de quién depende la Fiscalía, porque lo dijo él mismo, también sabemos de quién dependen todas las empresas públicas.